miércoles, 29 de febrero de 2012

Cap. 18: Everest Base Camp (IV)


Día 5:
De Tengboche salimos a Dingbuche (no son muy originales con los nombres) por el mismo tipo de camino de los días anteriores; flores, verde, arroyitos, animales, Blanca nieves y sus enanos, remera manga corta y bermudas pero a medida que pasaba el tiempo las cosas empezaron a cambiar.
Cuando se pasa la barrera de los cuatro mil metros ya no hay mas flores, ni verde, ni pasto, arroyitos, animales, nada. Empieza a hacer frío, el viento pega en la cara y uno esta mano a mano con la montaña que no te trata mal, pero ni en pedo te hace sentir como en casa.
El paisaje cambia muchísimo, es lo más cerca a sentirme en otro planeta que había estado en mi vida, todo gris y áspero. No hay ruidos, solo el río a lo lejos, el viento y la respiración de uno que cada vez se complica un poco más por la altura. Ya no caminábamos charlando, habíamos pasado a ser como cinco mulas una atrás de la otra mirando el piso, paso a paso.
Día 6:
En Tingboche la poca gente que vive ahí se dedica cultivar papas en terrazas que riegan a mano con una palangana, no hay mucho porque no puede haber mucho pero tocaba día de aclimatación otra vez asique salimos a caminar por el valle del Chukung y a ver si se abrían las nubes para ver las montañas.
Caminamos como dos horas para arriba del valle lleno de Yaks que pastaban por ahí. Los Yaks, para que se den una idea, seria lo que sale si un carnero se baja a una vaca: tamaño de vaca, pelo de cabra, cuernos de vaca, actitud de cabra, vaca, cabra, vaca, cabra, etc. Si dos gordas de barrio se cruzaran a un Yak por la calle se quedarían toda la semana hablando de que ¨tiene mucho de la madre pero es igual al padre ¨ y viceversa.
Finalmente llegamos al spot de donde, si Dios quería, íbamos a ver las montañas. Se ve que Dios no quería porque no se veía un carajo asique con Matanga y Nico decidimos caminar un poco más arriba mientras esperábamos que el viento corriera las nubes.
Habíamos caminado cuarenta minutos, estábamos los tres solos sin el guía cuando de repente tuvimos la primera situación de panic attack del viaje. Creo que fue la única vez que tuve miedo en los quince días de caminata. Estábamos de lo mas bien hasta el momento en que Matanga se da cuenta que eran las 10:45 de la mañana y por lo tanto era hora del Snicker; abre su bolsillo, mete la mano y no saca nada. Yo lo miré a Nico y le dije ¨vamos rápido para abajo antes de que le suban las pulsaciones¨ y salimos cagando a donde estaban los demás que nos esperaban abajo.
El joven en cuestión se había olvidado su chocolate y era cosa de minutos que, de la misma manera en que Bruce Banner se transforma en el increíble Hulk, Matanga pasara de delgado a una gorda desesperada por azúcar. Llegamos a donde estaban Cami y Gret justo cuando a Mat se le empezaban a inflar los cachetes como a Kiko. Sus muñecas se pusieron del tamaño de mis piernas, las piernas como mi cintura y le salió una panza del tamaño de un fitito por debajo de la remera.
¨Tranquilo Mati, te doy la mitad del mío¨ le dije por más pobre que estuviera como para bajarle las pulsaciones y no perderlo para siempre…pasaron unos segundos y la oferta causo efecto, pero ahora en vez de una gorda en furia teníamos a un Matanga depresivo a mas de cuatro mil metros sobre el nivel del mar. ¨Vamos che!, no puede ser tan grave¨ le decían las chicas como para que no se cortara las venas con una piedra pero no había caso.
Yo ya le estaba mandando un mensaje de texto a la madre de Matías como para que fuera eligiendo un cajón cuando Nico le dice ¨toma el mío...¨y le entrega en mano su propio Snicker al suicida en potencia. Todos nos quedamos estupefactos, Matanga abrió el chocolate y le incoó el diente…su sonrisa no fue de oreja a oreja, directamente le dio tres vueltas a la cara.
¨Nos salvamos¨ pensamos todos y la verdad que Nico era el héroe de turno…o no. Justo después del primer mordisco Nico completo la frase que había dejado inconclusa segundos antes ¨…pero me tenés que dar: un sueldo de $2500 por mes por un año, un 0km, 5% en acciones de Mc Donals, un labrador…¨ y un par de condiciones mas que no me acuerdo. Matanga ahora estaba feliz, pero endeudados hasta las orejas.
Volvimos al hotel, comimos y nos fuimos a la cama.
Día 7:
De Dingboche nos fuimos a Lobuche, salimos temprano por el valle del Dughla que esa mañana fue un espectáculo. Caminamos un par de horas hasta que llegamos a un lugar que rebosaba de banderines de colores y pilones de piedras con placas de bronce. El lugar era imponente, y la verdad que la vista que había desde ahí te dejaba estúpido, las montañas mas lindas que vi en mi vida se ven desde ese lugar y es tan alto que ya las nubes no llegan a tapar nada.
Estábamos sentados y se nos acercó un español, era guía de montaña por ahí desde hacía doce años y estaba hacia como un mes dando vueltas solo por los Himalayas. Nos contó que estábamos en un memorial donde la gente del lugar hace ¨chortens¨ de piedra para aquellos que murieron en las montañas y que ahí estaban los chortens de, por ejemplo, Scott Fisher, Rob Hall y Jasuko Namba quienes perdieron la vida en la famosa tormenta de 1996 que dio lugar al libro ¨Into thin air¨.
Rafa, que así se llamaba, no estaba al pedo en el memorial; había llegado al lugar para hacerle un chorten a su mujer Sussy con la que había estado durante sus doce años de guía había; pobre había muerto el año anterior después de pelearla contra un cáncer que puedo un poco mas que ella. Nos contó su historia, que el año que viene iba a llevar las cenizas y la placa de bronce, las historias de los que habían tratado de escalar el Everest ese año, nos recomendó cosas que hacer cuando bajáramos, me tiro el resultado de la final que el Barça le gano al Manchester United y me mostró por lo menos a mí que siempre hay que mirar para adelante.
Rafa también nos pidió una cosa, que si algún día volvíamos a pasar por el memorial lleváramos unas banderitas y las dejáramos en el chorten de Sussy que iban a construir esa misma tarde. Lo mismo le pido a los que lean esto si algún día pasan por ese lugar, que le lleven unas banderitas a Rafa para su mujer y las dejen ahí arriba.
Nací y viví toda mi vida rodeado de montañas, realmente estoy acostumbrado a eso pero nunca en mi vida estuve en un lugar como ese. Simple pero con una energía y una mística increíbles y sobre todo lleno de paz; nadie sabe dónde van a parar las personas cuando se mueren, pero por lo menos todos los que están ahí parecen muy cerca del cielo.
Saliendo del memorial se entra en el Khumbu Valley que es por donde baja el glaciar que viene desde el Everest. Ahí es cuando uno se enfrenta por primera vez a las montañas más altas del mundo y se da cuenta que no somos nada; puedo decir que son enormes, pero realmente decir que las montañas en el Khumbu son enormes es estúpido y queda chico.
Ya el aire escasea, hay que caminar a paso de viejita porque el cansancio pega y la cabeza te revienta enseguida; de a poco se llega a Lobuche donde el guía nos recomendó no que no pidiéramos sándwiches ni tostadas en el hotel en el que íbamos a dormir, pero no dijo bien porque. Al día siguiente me metí en la cocina a buscar agua y entendí porque nos había dicho eso. El pan no era que estaba rancio, literalmente tenia vida propia, hablaba tres idiomas y quería estudiar derecho cuando terminara el colegio. Todo lo que uno compre durante el trek va a estar diez veces más caro que en cualquier parte del mundo y encima recontra vencido.


Memorial.


 

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