viernes, 24 de febrero de 2012

Cap. 16: Everest Base Camp (II)


El vuelo se movió un poco pero estuvo bien; si es que se le puede decir vuelo porque yo creo que en un auto vas más lejos del piso que en ese avión. La joda es que no se vuela encima de las montañas, se vuela entre las montañas; se podría decir que es una especie de tour no apto para cardiacos entre los paredones de piedra por adentro del valle y muy muy cerca del piso. Decir que no se puede, pero si uno sacara un brazo por la ventana yo creo que sería normal volarse mano contra una piedra del costado.
Como se imaginaran puede haber pensado tranquilamente ¨me mato¨ una vez más, pero la verdad que por otro lado también pensaba que el experimentado piloto debía estar más que concentrado en su trabajo ya que su vida pendía del mismo hilo que la mía. Incline mi cuerpo hacia el pasillo imaginando ver a un tipo aferrado a los controles de la aeronave, todo chivado y con un rosario en la boca…mas no. En lugar de eso había un imbécil leyendo el diario y encima ni siquiera miraba donde estaba yendo con el aparato.
No sé si al tipo le importaba más en cuanto había cerrado el dólar ese día que darse un tortazo contra una montaña, pero ya me veía en el medio de la nada cagado de frio como dos meses en plena ladera cual Viven. La verdad que el panorama ese era una paja y lo peor era que lo único que iba a haber para comer eran las ¨Vancouver¨, tan entrenadas y fibrosas que era más tierno comerse un pedazo de goma espuma de los asientos que la pata de la ¨chica pony¨.
Según las estadísticas es más probable que te mueras de un resbalón en el baño que en un avión que se va al suelo, pero eso no me da tanto miedo porque hasta ahora no hay nadie que haya estado dos meses tirado en una bañadera después de un resbalón y haya sobrevivido para contarlo.
En fin, había pasado media hora de viaje cuando de repente escuchamos un ruido rarísimo tipo a metal oxidado, igual al que hacen los juegos del Parque de la Costa, que atravesó el algodón que nos habían dado para taparnos los oídos por el ruido a pedo del motor; miramos por la ventana y nos dimos cuenta que el piloto ya había terminado su ritual mañanero de despertarse, tomarse un cortado, lavarse los dientes y leer el diario porque había bajado las ruedas. Matanga me mira y me dice ¨¿dónde carajo?¨ con ojitos desorbitados. Le verdad que yo también buscaba y no veía un posible lugar para aterrizar, me incline devuelta hacia el pasillo y por la ventana del piloto vi la pista en donde el tipo iba a depositar la aeronave.
Si el cálculo es que de mi casa al Carrefour hay dos cuadras y media, la pista de Lukla tiene cincuenta metros menos. ¨Oh que horror¨, pero eso no es todo. Parece ser que el señor que hizo el aeropuerto era medio miope o algo por el estilo porque la pista encima de tener una montaña en una punta y un precipicio en la otra es en subida.
Nunca en mi vida había visto una pista de aterrizaje en subida (característica que coloca a Luckla en el top cinco de los lugares más jodidos para aterrizar en el mundo y, para mí, en el lugar perfecto para suicidarse con una bicicleta), y menos una pista en la que un avión que no frene o no despegue a tiempo, se la pegue contra un pared de piedra o se caiga por un acantilado. De todas formas esa era nuestra única opción.
El cuadro de una caja de fósforos con alas tratando de aterrizar arriba de una galletita de agua inclinada es un Picasso al lado de lo que nos tacaba a nosotros en ese momento. Fuera de joda faltaba que la pista se mueva y que le pusieran una tortuga que tirara cuchillos en el medio para que pareciera cualquier nivel de los más difíciles del Mario Bross.
El piloto bajo de golpe, apoyó la rueda del avión veinte centímetros después de que empezara el asfalto y freno el avión en los pocos metros y ochenta centímetros que le quedaban libres, un lujo señores. Bajamos todos enteros, juntamos nuestras cosas y fuimos por un rápido desayuno antes de arrancar la aventura.
Día 1:
Me comí una chuchería y me calce la mochila ansioso por arrancar la subida, me auto pegue un vistazo en un reflejo de una ventana y me dije muy convencido frente a mi look ¨qué canchero que sos man¨ y empecé a caminar. Hice treinta metros y me cruce al primer porter del camino, el pibe media de pedo más que un metro, venía con cincuenta kilos fácil en la espalda, ropa hecha una hilacha, ojotas y seguro que tenía menos de dieciséis años. Me volví a hacer un auto vistazo y automáticamente mi look ¨trecker full Gore - Tex¨ me pareció tan gay que me tendría que haber sacado un pasaje en primera directo a Miami y quedarme a vivir allá un par de años por las dudas. 
El primer día la caminata era corta, masomenos tres o cuatro horas hasta Phakding y ni siquiera es que íbamos a subir; es mas de hecho terminamos doscientos metros de desnivel más abajo de lo que estábamos cuando llegamos al aeropuerto.
En el camino, mientras veníamos charlando, nos cruzamos varias personas y se ve que una de esas personas reconoció de lo que hablábamos y nos preguntó ¨¿argentinos?¨; yo venía en cualquiera y la verdad que al principio no me di cuenta quien era el que nos estaba haciendo la pregunta. ¨Si¨, le contestamos nosotros al tipo que nos miraba raro. ¨Ahhh que bueno, ¿van al base?¨ pregunto devuelta con acento raro…¨si¨ le contestamos otra vez y ahí me di cuenta que estábamos enfrente a Demian Benegas que bajaba cerrando la temporada.
¨¿Cómo les fue?¨ le pregunte al pedo porque ya sabía que habían subido los 8848 metros hasta la punta del Everest hacia menos de una semana, y encima cuando bajaban rescataron a unos españoles que quedaron en el camino. ¨Bien…hicimos cumbre…¨ contesto él, con la misma cara con la que yo hubiera dicho ¨un superpancho con lluvia de papas¨ si alguien me preguntaban que había comido.
Yo ya lo había conocido en varios eventos de The North Face, pero la verdad que verlo ahí me sorprendió muchísimo (soy un pelotudo, claramente no me lo iba a encontrar en el Alto Palermo Shopping Mall comprando zapatos), y pobre tipo debe haber pensado que tengo una burbuja en el cerebro porque cada vez que me hacia una pregunta me quedaba mirándolo fijo y tardaba diez segundos en contestarle.
Mas allá del delay Demian le puso mucho huevo, charlamos un poco mas y cada uno siguió para su lado. Con Matanga estábamos tan cebados que hicimos el recorrido en hora y media y cuando llegamos salimos a caminar un rato mas por ahí cerca porque nos sobraba energía.
Ese día sin darnos cuenta nos metimos en lo que iba a ser nuestra rutina durante los próximas dos semanas: desayuno tipo 7 de la mañana, caminata, a las 10:45 era hora del primer Sniker, caminata, al mediodía generalmente terminábamos el recorrido, almuerzo con maní, siesta, a las 5 de la tarde el segundo Sniker y cual reglamento del PAMI también partido furioso de cartas acompañado de alguna infusión, 7 de la tarde comíamos y a la cama.


Nota: Demian Venegas en la Nacion diario: Benegas y Erroz habían alcanzado la cumbre del Everest, la montaña más alta del mundo, el 22 del mes pasado. Pero cuando descendían, en el campamento cuatro, a 7900 m, recibieron una alerta por radio sobre una expedición española que estaba en problemas. Uno de los alpinistas, Manuel González, "Lolo", se había caído y se presumía muerto. "Pensamos que íbamos a subir a identificar un cuerpo y nada más", dijo Benegas tras comentar que ya estaban muy exhaustos por el esfuerzo de la cumbre del Everest. Los españoles provenían del Lhotse (8516 metros), una montaña vecina a la que habían ascendido sin la ayuda de oxígeno…


Camino a Base Camp. 


Plegarias.


 

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