Día 5:
De Tengboche salimos a Dingbuche (no son muy originales con los nombres)
por el mismo tipo de camino de los días anteriores; flores, verde, arroyitos,
animales, Blanca nieves y sus enanos, remera manga corta y bermudas pero a
medida que pasaba el tiempo las cosas empezaron a cambiar.
Cuando se pasa la barrera de los cuatro mil metros ya no hay mas flores, ni
verde, ni pasto, arroyitos, animales, nada. Empieza a hacer frío, el viento
pega en la cara y uno esta mano a mano con la montaña que no te trata mal, pero
ni en pedo te hace sentir como en casa.
El paisaje cambia muchísimo, es lo más cerca a sentirme en otro planeta que
había estado en mi vida, todo gris y áspero. No hay ruidos, solo el río a lo
lejos, el viento y la respiración de uno que cada vez se complica un poco más
por la altura. Ya no caminábamos charlando, habíamos pasado a ser como cinco
mulas una atrás de la otra mirando el piso, paso a paso.
Día 6:
En Tingboche la poca gente que vive ahí se dedica cultivar papas en
terrazas que riegan a mano con una palangana, no hay mucho porque no puede
haber mucho pero tocaba día de aclimatación otra vez asique salimos a caminar
por el valle del Chukung y a ver si se abrían las nubes para ver las montañas.
Caminamos como dos horas para arriba del valle lleno de Yaks que pastaban
por ahí. Los Yaks, para que se den una idea, seria lo que sale si un carnero se
baja a una vaca: tamaño de vaca, pelo de cabra, cuernos de vaca, actitud de
cabra, vaca, cabra, vaca, cabra, etc. Si dos gordas de barrio se cruzaran a un
Yak por la calle se quedarían toda la semana hablando de que ¨tiene mucho de la
madre pero es igual al padre ¨ y viceversa.
Finalmente llegamos al spot de donde, si Dios quería, íbamos a ver las
montañas. Se ve que Dios no quería porque no se veía un carajo asique con
Matanga y Nico decidimos caminar un poco más arriba mientras esperábamos que el
viento corriera las nubes.
Habíamos caminado cuarenta minutos, estábamos los tres solos sin el guía
cuando de repente tuvimos la primera situación de panic attack del viaje. Creo
que fue la única vez que tuve miedo en los quince días de caminata. Estábamos
de lo mas bien hasta el momento en que Matanga se da cuenta que eran las 10:45
de la mañana y por lo tanto era hora del Snicker; abre su bolsillo, mete la mano
y no saca nada. Yo lo miré a Nico y le dije ¨vamos rápido para abajo antes de
que le suban las pulsaciones¨ y salimos cagando a donde estaban los demás que
nos esperaban abajo.
El joven en cuestión se había olvidado su chocolate y era cosa de minutos
que, de la misma manera en que Bruce Banner se transforma en el increíble Hulk,
Matanga pasara de delgado a una gorda desesperada por azúcar. Llegamos a donde
estaban Cami y Gret justo cuando a Mat se le empezaban a inflar los cachetes
como a Kiko. Sus muñecas se pusieron del tamaño de mis piernas, las piernas
como mi cintura y le salió una panza del tamaño de un fitito por debajo de la
remera.
¨Tranquilo Mati, te doy la mitad del mío¨ le dije por más pobre que
estuviera como para bajarle las pulsaciones y no perderlo para siempre…pasaron
unos segundos y la oferta causo efecto, pero ahora en vez de una gorda en furia
teníamos a un Matanga depresivo a mas de cuatro mil metros sobre el nivel del
mar. ¨Vamos che!, no puede ser tan grave¨ le decían las chicas como para que no
se cortara las venas con una piedra pero no había caso.
Yo ya le estaba mandando un mensaje de texto a la madre de Matías como para
que fuera eligiendo un cajón cuando Nico le dice ¨toma el mío...¨y le entrega
en mano su propio Snicker al suicida en potencia. Todos nos quedamos
estupefactos, Matanga abrió el chocolate y le incoó el diente…su sonrisa no fue
de oreja a oreja, directamente le dio tres vueltas a la cara.
¨Nos salvamos¨ pensamos todos y la verdad que Nico era el héroe de turno…o
no. Justo después del primer mordisco Nico completo la frase que había dejado
inconclusa segundos antes ¨…pero me tenés que dar: un sueldo de $2500 por mes
por un año, un 0km, 5% en acciones de Mc Donals, un labrador…¨ y un par de
condiciones mas que no me acuerdo. Matanga ahora estaba feliz, pero endeudados
hasta las orejas.
Volvimos al hotel, comimos y nos fuimos a la cama.
Día 7:
De Dingboche nos fuimos a Lobuche, salimos temprano por el valle del Dughla
que esa mañana fue un espectáculo. Caminamos un par de horas hasta que llegamos
a un lugar que rebosaba de banderines de colores y pilones de piedras con
placas de bronce. El lugar era imponente, y la verdad que la vista que había
desde ahí te dejaba estúpido, las montañas mas lindas que vi en mi vida se ven
desde ese lugar y es tan alto que ya las nubes no llegan a tapar nada.
Estábamos sentados y se nos acercó un español, era guía de montaña por ahí
desde hacía doce años y estaba hacia como un mes dando vueltas solo por los
Himalayas. Nos contó que estábamos en un memorial donde la gente del lugar hace
¨chortens¨ de piedra para aquellos que murieron en las montañas y que ahí
estaban los chortens de, por ejemplo, Scott Fisher, Rob Hall y Jasuko Namba
quienes perdieron la vida en la famosa tormenta de 1996 que dio lugar al libro
¨Into thin air¨.
Rafa, que así se llamaba, no estaba al pedo en el memorial; había llegado
al lugar para hacerle un chorten a su mujer Sussy con la que había estado
durante sus doce años de guía había; pobre había muerto el año anterior después
de pelearla contra un cáncer que puedo un poco mas que ella. Nos contó su
historia, que el año que viene iba a llevar las cenizas y la placa de bronce,
las historias de los que habían tratado de escalar el Everest ese año, nos
recomendó cosas que hacer cuando bajáramos, me tiro el resultado de la final
que el Barça le gano al Manchester United y me mostró por lo menos a mí que
siempre hay que mirar para adelante.
Rafa también nos pidió una cosa, que si algún día volvíamos a pasar por el memorial
lleváramos unas banderitas y las dejáramos en el chorten de Sussy que iban a
construir esa misma tarde. Lo mismo le pido a los que lean esto si algún día
pasan por ese lugar, que le lleven unas banderitas a Rafa para su mujer y las
dejen ahí arriba.
Nací y viví toda mi vida rodeado de montañas, realmente estoy acostumbrado
a eso pero nunca en mi vida estuve en un lugar como ese. Simple pero con una
energía y una mística increíbles y sobre todo lleno de paz; nadie sabe dónde
van a parar las personas cuando se mueren, pero por lo menos todos los que
están ahí parecen muy cerca del cielo.
Saliendo del memorial se entra en el Khumbu Valley que es por donde baja el
glaciar que viene desde el Everest. Ahí es cuando uno se enfrenta por primera
vez a las montañas más altas del mundo y se da cuenta que no somos nada; puedo
decir que son enormes, pero realmente decir que las montañas en el Khumbu son
enormes es estúpido y queda chico.
Ya el aire escasea, hay que caminar a paso de viejita porque el cansancio pega
y la cabeza te revienta enseguida; de a poco se llega a Lobuche donde el guía
nos recomendó no que no pidiéramos sándwiches ni tostadas en el hotel en el que
íbamos a dormir, pero no dijo bien porque. Al día siguiente me metí en la
cocina a buscar agua y entendí porque nos había dicho eso. El pan no era que
estaba rancio, literalmente tenia vida propia, hablaba tres idiomas y quería
estudiar derecho cuando terminara el colegio. Todo lo que uno compre durante el
trek va a estar diez veces más caro que en cualquier parte del mundo y encima
recontra vencido.
Memorial. |