miércoles, 29 de febrero de 2012

Cap. 18: Everest Base Camp (IV)


Día 5:
De Tengboche salimos a Dingbuche (no son muy originales con los nombres) por el mismo tipo de camino de los días anteriores; flores, verde, arroyitos, animales, Blanca nieves y sus enanos, remera manga corta y bermudas pero a medida que pasaba el tiempo las cosas empezaron a cambiar.
Cuando se pasa la barrera de los cuatro mil metros ya no hay mas flores, ni verde, ni pasto, arroyitos, animales, nada. Empieza a hacer frío, el viento pega en la cara y uno esta mano a mano con la montaña que no te trata mal, pero ni en pedo te hace sentir como en casa.
El paisaje cambia muchísimo, es lo más cerca a sentirme en otro planeta que había estado en mi vida, todo gris y áspero. No hay ruidos, solo el río a lo lejos, el viento y la respiración de uno que cada vez se complica un poco más por la altura. Ya no caminábamos charlando, habíamos pasado a ser como cinco mulas una atrás de la otra mirando el piso, paso a paso.
Día 6:
En Tingboche la poca gente que vive ahí se dedica cultivar papas en terrazas que riegan a mano con una palangana, no hay mucho porque no puede haber mucho pero tocaba día de aclimatación otra vez asique salimos a caminar por el valle del Chukung y a ver si se abrían las nubes para ver las montañas.
Caminamos como dos horas para arriba del valle lleno de Yaks que pastaban por ahí. Los Yaks, para que se den una idea, seria lo que sale si un carnero se baja a una vaca: tamaño de vaca, pelo de cabra, cuernos de vaca, actitud de cabra, vaca, cabra, vaca, cabra, etc. Si dos gordas de barrio se cruzaran a un Yak por la calle se quedarían toda la semana hablando de que ¨tiene mucho de la madre pero es igual al padre ¨ y viceversa.
Finalmente llegamos al spot de donde, si Dios quería, íbamos a ver las montañas. Se ve que Dios no quería porque no se veía un carajo asique con Matanga y Nico decidimos caminar un poco más arriba mientras esperábamos que el viento corriera las nubes.
Habíamos caminado cuarenta minutos, estábamos los tres solos sin el guía cuando de repente tuvimos la primera situación de panic attack del viaje. Creo que fue la única vez que tuve miedo en los quince días de caminata. Estábamos de lo mas bien hasta el momento en que Matanga se da cuenta que eran las 10:45 de la mañana y por lo tanto era hora del Snicker; abre su bolsillo, mete la mano y no saca nada. Yo lo miré a Nico y le dije ¨vamos rápido para abajo antes de que le suban las pulsaciones¨ y salimos cagando a donde estaban los demás que nos esperaban abajo.
El joven en cuestión se había olvidado su chocolate y era cosa de minutos que, de la misma manera en que Bruce Banner se transforma en el increíble Hulk, Matanga pasara de delgado a una gorda desesperada por azúcar. Llegamos a donde estaban Cami y Gret justo cuando a Mat se le empezaban a inflar los cachetes como a Kiko. Sus muñecas se pusieron del tamaño de mis piernas, las piernas como mi cintura y le salió una panza del tamaño de un fitito por debajo de la remera.
¨Tranquilo Mati, te doy la mitad del mío¨ le dije por más pobre que estuviera como para bajarle las pulsaciones y no perderlo para siempre…pasaron unos segundos y la oferta causo efecto, pero ahora en vez de una gorda en furia teníamos a un Matanga depresivo a mas de cuatro mil metros sobre el nivel del mar. ¨Vamos che!, no puede ser tan grave¨ le decían las chicas como para que no se cortara las venas con una piedra pero no había caso.
Yo ya le estaba mandando un mensaje de texto a la madre de Matías como para que fuera eligiendo un cajón cuando Nico le dice ¨toma el mío...¨y le entrega en mano su propio Snicker al suicida en potencia. Todos nos quedamos estupefactos, Matanga abrió el chocolate y le incoó el diente…su sonrisa no fue de oreja a oreja, directamente le dio tres vueltas a la cara.
¨Nos salvamos¨ pensamos todos y la verdad que Nico era el héroe de turno…o no. Justo después del primer mordisco Nico completo la frase que había dejado inconclusa segundos antes ¨…pero me tenés que dar: un sueldo de $2500 por mes por un año, un 0km, 5% en acciones de Mc Donals, un labrador…¨ y un par de condiciones mas que no me acuerdo. Matanga ahora estaba feliz, pero endeudados hasta las orejas.
Volvimos al hotel, comimos y nos fuimos a la cama.
Día 7:
De Dingboche nos fuimos a Lobuche, salimos temprano por el valle del Dughla que esa mañana fue un espectáculo. Caminamos un par de horas hasta que llegamos a un lugar que rebosaba de banderines de colores y pilones de piedras con placas de bronce. El lugar era imponente, y la verdad que la vista que había desde ahí te dejaba estúpido, las montañas mas lindas que vi en mi vida se ven desde ese lugar y es tan alto que ya las nubes no llegan a tapar nada.
Estábamos sentados y se nos acercó un español, era guía de montaña por ahí desde hacía doce años y estaba hacia como un mes dando vueltas solo por los Himalayas. Nos contó que estábamos en un memorial donde la gente del lugar hace ¨chortens¨ de piedra para aquellos que murieron en las montañas y que ahí estaban los chortens de, por ejemplo, Scott Fisher, Rob Hall y Jasuko Namba quienes perdieron la vida en la famosa tormenta de 1996 que dio lugar al libro ¨Into thin air¨.
Rafa, que así se llamaba, no estaba al pedo en el memorial; había llegado al lugar para hacerle un chorten a su mujer Sussy con la que había estado durante sus doce años de guía había; pobre había muerto el año anterior después de pelearla contra un cáncer que puedo un poco mas que ella. Nos contó su historia, que el año que viene iba a llevar las cenizas y la placa de bronce, las historias de los que habían tratado de escalar el Everest ese año, nos recomendó cosas que hacer cuando bajáramos, me tiro el resultado de la final que el Barça le gano al Manchester United y me mostró por lo menos a mí que siempre hay que mirar para adelante.
Rafa también nos pidió una cosa, que si algún día volvíamos a pasar por el memorial lleváramos unas banderitas y las dejáramos en el chorten de Sussy que iban a construir esa misma tarde. Lo mismo le pido a los que lean esto si algún día pasan por ese lugar, que le lleven unas banderitas a Rafa para su mujer y las dejen ahí arriba.
Nací y viví toda mi vida rodeado de montañas, realmente estoy acostumbrado a eso pero nunca en mi vida estuve en un lugar como ese. Simple pero con una energía y una mística increíbles y sobre todo lleno de paz; nadie sabe dónde van a parar las personas cuando se mueren, pero por lo menos todos los que están ahí parecen muy cerca del cielo.
Saliendo del memorial se entra en el Khumbu Valley que es por donde baja el glaciar que viene desde el Everest. Ahí es cuando uno se enfrenta por primera vez a las montañas más altas del mundo y se da cuenta que no somos nada; puedo decir que son enormes, pero realmente decir que las montañas en el Khumbu son enormes es estúpido y queda chico.
Ya el aire escasea, hay que caminar a paso de viejita porque el cansancio pega y la cabeza te revienta enseguida; de a poco se llega a Lobuche donde el guía nos recomendó no que no pidiéramos sándwiches ni tostadas en el hotel en el que íbamos a dormir, pero no dijo bien porque. Al día siguiente me metí en la cocina a buscar agua y entendí porque nos había dicho eso. El pan no era que estaba rancio, literalmente tenia vida propia, hablaba tres idiomas y quería estudiar derecho cuando terminara el colegio. Todo lo que uno compre durante el trek va a estar diez veces más caro que en cualquier parte del mundo y encima recontra vencido.


Memorial.


 

lunes, 27 de febrero de 2012

Cap. 17: Everest Base Camp (III)


Día 2:
Nos levantamos, fuimos a tomar el desayuno, pedimos cada uno un té y Cami me dice ¨voy al bolso de comida a buscar mi granola, ¿querés que te traiga la tuya? A lo que yo le contesto ¨ahhh dale, dale, traeme mi gra…granola?¨. Increíblemente mi cuatro amigos, si es que se los puede llamar así, habían comprado como cinco kilos de granola cada uno para el desayuno y nadie nunca le aviso a Silver que había olvidado de comprar su ración. Hice un rápido recalculo de cuanta comida tenía y cuantos días me quedaban y me di cuenta que estaba jugado a tener que cazar moscas contra la ventana todas las tardes para no morirme de hambre. El tema venia así: dos Snickers y una bolsita de maní por cada día de subida y un Snicker por cada día de bajada, mas el almuerzo y la comida de cada día en los hoteluchos.
Ese día tocaba de Phakding a Namche Bazar, eran supuestamente seis horas y subíamos 850 metros de desnivel por la costa del río cruzando puentes colgantes. Con Mati volvimos a meterle ritmo, paso rápido pero sobrados de aire hasta que de repente a lo lejos vimos lo que para un león hubiese sido una jugosa cebra. Las ¨Vancouver¨ caminaban con sus calzas superdeportivas a paso lento delante de nosotros. No hizo falta ni que lo dijieramos pero aceleramos el pie y las pasamos como si fuéramos un torpedo por al lado ganándoles la etapa del día. (Hay que aclarar que las ¨Vancouver¨ no tenían porter y llevaban mochilas más pesadas, no mucho porque no tenían comida pero sí…eran más rudas que nosotros).
En el camino nos cruzamos a todas las personas que habían subido a la cumbre la semana anterior y a todos los porters y Yaks que bajaban los equipos de dichas expediciones. El tamaño de las cosas que cargan esas pobre personas (porters) es una wachada; no se si habrá algún tipo de regulación, que no creo, pero la espalda de esos pobre tipos debe quedar hecho un acordeón después de un par de años de ese tipo de trabajo. No solo jóvenes cargando decenas de kilos, también hay viejos y chiquitos y en algún momento nos dio hasta un poco de bronca lo que estábamos viendo.
Mas allá de eso Namche es muy lindo, un pueblo grande para estar tan lejos de todo con muchos lugares donde todavía se pueden comprar las cosas truchas que uno no haya conseguido en Katmandú y una pista de aviones que vendría a ser el primo deforme de la pista de Lukla (nada mas que no es oficial). Ese día descansamos y con Matanga coincidimos que la caminata había sido un juego de niños, que según el itinerario ese era el día más áspero de todos y la verdad no nos había parecido tan difícil, de hecho lo habíamos vuelto a hacer en la mitad del tiempo de lo que decía el plan mas allá de que el guía, que para nosotros era un vago, nos dijiera que fuéramos despacio.
Día 3:
Al día siguiente Matanga estaba metido adentro de dos bolsas de dormir con dos camperas puestas temblando con fiebre, cagadera, náuseas y yo tenían un torneo de hip - hop en la cabeza. Nos reventó la altura y haber querido heriles de muerte el orgullo a las ¨Vancouver¨ el día anterior. Por suerte ese día tocaba aclimatación y solamente había que quedarse en Namche tranquilos, caminar un poco por ahí y descansar.
Día 4:
De Namche nos íbamos Cami, Gret, Nico, Silver y lo que quedaba de Matanga a Tengboche donde íbamos a pasar la próxima noche. Creo que si el recorrido era en seis horas lo hicimos en ocho para evitar cualquier tipo de posibilidad de sentirnos mal nuevamente.
Llegamos al pueblo desde el que supuestamente se ven las montañas y esta la primera vista del Everest aunque sea de lejos. Obviamente no se veía un pedo porque estaba nublado y hasta nos llovió un poco en el camino y todo. Conseguimos otro hotelucho como los de los días anteriores, que en realidad eran diez veces mejor de lo que eran los que veníamos durmiendo en India; dimos unas vueltas, fuimos al templo a ver como rezaban los monjes y a dormir.
A la mañana siguiente me desperté mas temprano porque quería ver si al amanecer se llegaban a ver las montañas antes de que suban las nubes, cinco y media me salí de la bolsa de dormir me vestí, abrigue etc. y cuando abrí la puerta la nube me metió de nuevo para adentro; dormí media hora mas y me volví a despertar, salí afuera y se veía todo perfecto. Desperté a todos y salimos en pleno amanecer de libro Guiness a darle el primer vistazo a los Himalayas y al Everest que se veía a lo lejos con una nube que le tapaba la punta.

Wally Nepali.


viernes, 24 de febrero de 2012

Cap. 16: Everest Base Camp (II)


El vuelo se movió un poco pero estuvo bien; si es que se le puede decir vuelo porque yo creo que en un auto vas más lejos del piso que en ese avión. La joda es que no se vuela encima de las montañas, se vuela entre las montañas; se podría decir que es una especie de tour no apto para cardiacos entre los paredones de piedra por adentro del valle y muy muy cerca del piso. Decir que no se puede, pero si uno sacara un brazo por la ventana yo creo que sería normal volarse mano contra una piedra del costado.
Como se imaginaran puede haber pensado tranquilamente ¨me mato¨ una vez más, pero la verdad que por otro lado también pensaba que el experimentado piloto debía estar más que concentrado en su trabajo ya que su vida pendía del mismo hilo que la mía. Incline mi cuerpo hacia el pasillo imaginando ver a un tipo aferrado a los controles de la aeronave, todo chivado y con un rosario en la boca…mas no. En lugar de eso había un imbécil leyendo el diario y encima ni siquiera miraba donde estaba yendo con el aparato.
No sé si al tipo le importaba más en cuanto había cerrado el dólar ese día que darse un tortazo contra una montaña, pero ya me veía en el medio de la nada cagado de frio como dos meses en plena ladera cual Viven. La verdad que el panorama ese era una paja y lo peor era que lo único que iba a haber para comer eran las ¨Vancouver¨, tan entrenadas y fibrosas que era más tierno comerse un pedazo de goma espuma de los asientos que la pata de la ¨chica pony¨.
Según las estadísticas es más probable que te mueras de un resbalón en el baño que en un avión que se va al suelo, pero eso no me da tanto miedo porque hasta ahora no hay nadie que haya estado dos meses tirado en una bañadera después de un resbalón y haya sobrevivido para contarlo.
En fin, había pasado media hora de viaje cuando de repente escuchamos un ruido rarísimo tipo a metal oxidado, igual al que hacen los juegos del Parque de la Costa, que atravesó el algodón que nos habían dado para taparnos los oídos por el ruido a pedo del motor; miramos por la ventana y nos dimos cuenta que el piloto ya había terminado su ritual mañanero de despertarse, tomarse un cortado, lavarse los dientes y leer el diario porque había bajado las ruedas. Matanga me mira y me dice ¨¿dónde carajo?¨ con ojitos desorbitados. Le verdad que yo también buscaba y no veía un posible lugar para aterrizar, me incline devuelta hacia el pasillo y por la ventana del piloto vi la pista en donde el tipo iba a depositar la aeronave.
Si el cálculo es que de mi casa al Carrefour hay dos cuadras y media, la pista de Lukla tiene cincuenta metros menos. ¨Oh que horror¨, pero eso no es todo. Parece ser que el señor que hizo el aeropuerto era medio miope o algo por el estilo porque la pista encima de tener una montaña en una punta y un precipicio en la otra es en subida.
Nunca en mi vida había visto una pista de aterrizaje en subida (característica que coloca a Luckla en el top cinco de los lugares más jodidos para aterrizar en el mundo y, para mí, en el lugar perfecto para suicidarse con una bicicleta), y menos una pista en la que un avión que no frene o no despegue a tiempo, se la pegue contra un pared de piedra o se caiga por un acantilado. De todas formas esa era nuestra única opción.
El cuadro de una caja de fósforos con alas tratando de aterrizar arriba de una galletita de agua inclinada es un Picasso al lado de lo que nos tacaba a nosotros en ese momento. Fuera de joda faltaba que la pista se mueva y que le pusieran una tortuga que tirara cuchillos en el medio para que pareciera cualquier nivel de los más difíciles del Mario Bross.
El piloto bajo de golpe, apoyó la rueda del avión veinte centímetros después de que empezara el asfalto y freno el avión en los pocos metros y ochenta centímetros que le quedaban libres, un lujo señores. Bajamos todos enteros, juntamos nuestras cosas y fuimos por un rápido desayuno antes de arrancar la aventura.
Día 1:
Me comí una chuchería y me calce la mochila ansioso por arrancar la subida, me auto pegue un vistazo en un reflejo de una ventana y me dije muy convencido frente a mi look ¨qué canchero que sos man¨ y empecé a caminar. Hice treinta metros y me cruce al primer porter del camino, el pibe media de pedo más que un metro, venía con cincuenta kilos fácil en la espalda, ropa hecha una hilacha, ojotas y seguro que tenía menos de dieciséis años. Me volví a hacer un auto vistazo y automáticamente mi look ¨trecker full Gore - Tex¨ me pareció tan gay que me tendría que haber sacado un pasaje en primera directo a Miami y quedarme a vivir allá un par de años por las dudas. 
El primer día la caminata era corta, masomenos tres o cuatro horas hasta Phakding y ni siquiera es que íbamos a subir; es mas de hecho terminamos doscientos metros de desnivel más abajo de lo que estábamos cuando llegamos al aeropuerto.
En el camino, mientras veníamos charlando, nos cruzamos varias personas y se ve que una de esas personas reconoció de lo que hablábamos y nos preguntó ¨¿argentinos?¨; yo venía en cualquiera y la verdad que al principio no me di cuenta quien era el que nos estaba haciendo la pregunta. ¨Si¨, le contestamos nosotros al tipo que nos miraba raro. ¨Ahhh que bueno, ¿van al base?¨ pregunto devuelta con acento raro…¨si¨ le contestamos otra vez y ahí me di cuenta que estábamos enfrente a Demian Benegas que bajaba cerrando la temporada.
¨¿Cómo les fue?¨ le pregunte al pedo porque ya sabía que habían subido los 8848 metros hasta la punta del Everest hacia menos de una semana, y encima cuando bajaban rescataron a unos españoles que quedaron en el camino. ¨Bien…hicimos cumbre…¨ contesto él, con la misma cara con la que yo hubiera dicho ¨un superpancho con lluvia de papas¨ si alguien me preguntaban que había comido.
Yo ya lo había conocido en varios eventos de The North Face, pero la verdad que verlo ahí me sorprendió muchísimo (soy un pelotudo, claramente no me lo iba a encontrar en el Alto Palermo Shopping Mall comprando zapatos), y pobre tipo debe haber pensado que tengo una burbuja en el cerebro porque cada vez que me hacia una pregunta me quedaba mirándolo fijo y tardaba diez segundos en contestarle.
Mas allá del delay Demian le puso mucho huevo, charlamos un poco mas y cada uno siguió para su lado. Con Matanga estábamos tan cebados que hicimos el recorrido en hora y media y cuando llegamos salimos a caminar un rato mas por ahí cerca porque nos sobraba energía.
Ese día sin darnos cuenta nos metimos en lo que iba a ser nuestra rutina durante los próximas dos semanas: desayuno tipo 7 de la mañana, caminata, a las 10:45 era hora del primer Sniker, caminata, al mediodía generalmente terminábamos el recorrido, almuerzo con maní, siesta, a las 5 de la tarde el segundo Sniker y cual reglamento del PAMI también partido furioso de cartas acompañado de alguna infusión, 7 de la tarde comíamos y a la cama.


Nota: Demian Venegas en la Nacion diario: Benegas y Erroz habían alcanzado la cumbre del Everest, la montaña más alta del mundo, el 22 del mes pasado. Pero cuando descendían, en el campamento cuatro, a 7900 m, recibieron una alerta por radio sobre una expedición española que estaba en problemas. Uno de los alpinistas, Manuel González, "Lolo", se había caído y se presumía muerto. "Pensamos que íbamos a subir a identificar un cuerpo y nada más", dijo Benegas tras comentar que ya estaban muy exhaustos por el esfuerzo de la cumbre del Everest. Los españoles provenían del Lhotse (8516 metros), una montaña vecina a la que habían ascendido sin la ayuda de oxígeno…


Camino a Base Camp. 


Plegarias.


 

miércoles, 22 de febrero de 2012

Cap. 15: Everest Base Camp

Hicimos un rápido ¨yo me prendo/no me prendo¨ y vimos quienes estaban para hacer, si era posible, el Base Camp cuanto antes. Nico, Matanga, Cami, Gret y yo dijimos de ir y las chicas creyeron que era demasiado y prefirieron quedarse y hacer algún otro programa durante los días que nosotros no estuviéramos.
No nos quedaba más que hacer nuestra jugada y rápido, conseguimos una agencia de treking en la calle Thamel de Katmandú y empezamos el tire y afloje con el tipo que estaba atrás del mostrador para que nos diera la mayor cantidad de beneficios por el menor precio.
Obviamente si era por el tipo nos daba un seguro contra ataque de Yeti, chalecos salvavidas y un traje de astronauta por las dudas, pero nosotros ya sabíamos que solamente necesitábamos el OK de los permisos, dos porters, bolsas de dormir, pasajes a Luckla (de donde arranca el trek) y el guía.
Una vez que resolvimos eso, que al final solo llevamos un solo porter, salimos cual quinceañeras en shopping por todo Thamel a comprar las cosas que necesitábamos para la aventura. Compramos: pastillas para purificar agua, calculamos cinco litros por día cada uno porque nos dijeron que te deshidratas mucho en la altura (eran las más berretas pero claramente el cálculo era una pelotudez, ni que nos estuviéramos yendo al Sahara); remeras tipo ¨Dri fit¨ que vendían truchas por todos lados marca ¨The North Fake¨ (ya antes de ponérnoslas tenían olor a chivo asique eran una bomba de tiempo); Snikers, íbamos a comprar cinco para cada uno por día pero el presupuesto se nos iba a la cumbre asique cerramos con veinticinco y calculamos tres por día de subida y uno por día de bajada (la gorda de Matanga estaba de luto con el recorte); medias, un encendedor - linterna (eso se llama matar dos pájaros de un tiro); pantuflas de lana para dormir y también me compre aparte un par de bolsitas de maní.
Regateamos a morir, tanto que le gente empezó a preguntarnos si éramos de Israel, encima a la deforme de Greta todas las remeras le parecían feas o le quedaban mal, largas de mangas, cortas de cintura, feo color o apretadas de cuello. Imagínense lo que jodió al pobre vendedor que el tipo resignadísimo le terminó diciendo ¨Dios cometió un error con vos¨. Recorrimos todos los recovecos de Thamel y al final conseguimos casi todo lo que queríamos, inclusive el ¨error del Señor¨ consiguió remeras adecuadas a su figura; lo único que nos faltó fueron calzones largos que no había en ningún lado.
Yo tenía mi mochi - carro asique Mica que se quedaba me presto su mochila de verdad por esos días, junte todo lo que ya tenía de antes (una campera abrigada y una impermeable, remeras, calzones, anteojos y medias viejas), más las remeras y medias que me había comprado, los Snikers, maní etc. etc. Decir que no tenía las fotos de ¨las nenas¨ como el Diego, pero si hubiera tenido juro que las llevaba pero por más cosas que trataba de meterle a la mochila no la llenaba ni hasta la mitad. ¨Ya está Silver estas en pelotas, te morís en el día tres...con suerte¨.
Nos habían dicho que ¨Base Camp no se organiza en un día...¨ error, lo organizamos en dos minutos y el veintiocho de mayo a las cinco de la mañana nos estaban pasando a buscar por el hotel para ir a tomarnos el avión a Luckla. Nos subimos a la van que nos llevaba al aeropuerto y a mitad de camino a Cami se le ocurrió preguntarle al guía si tenía las bolsas de dormir. ¨Si si, las bolsas de dormir¨ dijo el infeliz y le hizo la típica seña ¨juit - juit¨ de corte de cuello al conductor que metió vueltazo en ¨U¨ y derecho a la agencia, que encima estaba cerrada asique hasta que el pelmazo consiguió la llave para abrir y buscar las cosas paso tanto tiempo que perdimos el avión.
Por suerte que hay dos vuelos por día y que cuando llegamos al aeropuerto en el segundo ese día no viajaba ni el piloto. Conseguimos nuestros asientos, pesamos las cosas y dispusimos a esperar que llegara el colectivo que te acerca al avión. Llegó el móvil y subimos junto con los demás pasajeros, fuera de joda el colectivo tenía los mismos bancos que el comedor del mi colegio atornillados al piso, pero más allá de eso lo que más me quedó gravado en el fondo de mi cerebro rencoroso fue que había tres minas que cuando nos vieron aparecer cuchicheaban y se cagaban de risa de nuestras zapatillas diciendo ¨y pensar que nosotras pensábamos que nuestras zapatillas eran chotas...¨.
Yo las miraba pensando con bronca mientras ellas se lucían todas tuneadas con sus calzas superdeportivas. Había una toda atlética y fibrosa, otra medio pelo y una petisita que tenía las piernas más grandes que el marcador central de Atlético Ñorquinco, pobre mina parecía un pony.¨Bueh de que te las das cheronca, tampoco sos Iron Man, seguro en la subida te cago a palos¨ pensaba en mis adentros...hasta que una se dio vuelta y dejo ver su polar que tenía escrito de punta a punta de la espalda ¨Olimpiadas de Vancouver 2011¨. No había dudas que yo era un iluso y que me iba a pasar todo el treking viéndole el rabo al pony porque el ¨trio Vancouver¨ estaba más entrenado que Tyson.
Llegamos al avión que era un poco más choto que una caja de fósforos con alas, tenía una fila de un solo asiento, pasillo en el medio y otra fila de un solo asiento. No me di cuenta bien si fue que alguien se había tirado un pedo largo o que habían prendido los motores pero el artefacto empezó a enfilar para la pista y por fin despegamos.


Chortens.




Primeras vistas.



Primeras vistas.