lunes, 27 de febrero de 2012

Cap. 17: Everest Base Camp (III)


Día 2:
Nos levantamos, fuimos a tomar el desayuno, pedimos cada uno un té y Cami me dice ¨voy al bolso de comida a buscar mi granola, ¿querés que te traiga la tuya? A lo que yo le contesto ¨ahhh dale, dale, traeme mi gra…granola?¨. Increíblemente mi cuatro amigos, si es que se los puede llamar así, habían comprado como cinco kilos de granola cada uno para el desayuno y nadie nunca le aviso a Silver que había olvidado de comprar su ración. Hice un rápido recalculo de cuanta comida tenía y cuantos días me quedaban y me di cuenta que estaba jugado a tener que cazar moscas contra la ventana todas las tardes para no morirme de hambre. El tema venia así: dos Snickers y una bolsita de maní por cada día de subida y un Snicker por cada día de bajada, mas el almuerzo y la comida de cada día en los hoteluchos.
Ese día tocaba de Phakding a Namche Bazar, eran supuestamente seis horas y subíamos 850 metros de desnivel por la costa del río cruzando puentes colgantes. Con Mati volvimos a meterle ritmo, paso rápido pero sobrados de aire hasta que de repente a lo lejos vimos lo que para un león hubiese sido una jugosa cebra. Las ¨Vancouver¨ caminaban con sus calzas superdeportivas a paso lento delante de nosotros. No hizo falta ni que lo dijieramos pero aceleramos el pie y las pasamos como si fuéramos un torpedo por al lado ganándoles la etapa del día. (Hay que aclarar que las ¨Vancouver¨ no tenían porter y llevaban mochilas más pesadas, no mucho porque no tenían comida pero sí…eran más rudas que nosotros).
En el camino nos cruzamos a todas las personas que habían subido a la cumbre la semana anterior y a todos los porters y Yaks que bajaban los equipos de dichas expediciones. El tamaño de las cosas que cargan esas pobre personas (porters) es una wachada; no se si habrá algún tipo de regulación, que no creo, pero la espalda de esos pobre tipos debe quedar hecho un acordeón después de un par de años de ese tipo de trabajo. No solo jóvenes cargando decenas de kilos, también hay viejos y chiquitos y en algún momento nos dio hasta un poco de bronca lo que estábamos viendo.
Mas allá de eso Namche es muy lindo, un pueblo grande para estar tan lejos de todo con muchos lugares donde todavía se pueden comprar las cosas truchas que uno no haya conseguido en Katmandú y una pista de aviones que vendría a ser el primo deforme de la pista de Lukla (nada mas que no es oficial). Ese día descansamos y con Matanga coincidimos que la caminata había sido un juego de niños, que según el itinerario ese era el día más áspero de todos y la verdad no nos había parecido tan difícil, de hecho lo habíamos vuelto a hacer en la mitad del tiempo de lo que decía el plan mas allá de que el guía, que para nosotros era un vago, nos dijiera que fuéramos despacio.
Día 3:
Al día siguiente Matanga estaba metido adentro de dos bolsas de dormir con dos camperas puestas temblando con fiebre, cagadera, náuseas y yo tenían un torneo de hip - hop en la cabeza. Nos reventó la altura y haber querido heriles de muerte el orgullo a las ¨Vancouver¨ el día anterior. Por suerte ese día tocaba aclimatación y solamente había que quedarse en Namche tranquilos, caminar un poco por ahí y descansar.
Día 4:
De Namche nos íbamos Cami, Gret, Nico, Silver y lo que quedaba de Matanga a Tengboche donde íbamos a pasar la próxima noche. Creo que si el recorrido era en seis horas lo hicimos en ocho para evitar cualquier tipo de posibilidad de sentirnos mal nuevamente.
Llegamos al pueblo desde el que supuestamente se ven las montañas y esta la primera vista del Everest aunque sea de lejos. Obviamente no se veía un pedo porque estaba nublado y hasta nos llovió un poco en el camino y todo. Conseguimos otro hotelucho como los de los días anteriores, que en realidad eran diez veces mejor de lo que eran los que veníamos durmiendo en India; dimos unas vueltas, fuimos al templo a ver como rezaban los monjes y a dormir.
A la mañana siguiente me desperté mas temprano porque quería ver si al amanecer se llegaban a ver las montañas antes de que suban las nubes, cinco y media me salí de la bolsa de dormir me vestí, abrigue etc. y cuando abrí la puerta la nube me metió de nuevo para adentro; dormí media hora mas y me volví a despertar, salí afuera y se veía todo perfecto. Desperté a todos y salimos en pleno amanecer de libro Guiness a darle el primer vistazo a los Himalayas y al Everest que se veía a lo lejos con una nube que le tapaba la punta.

Wally Nepali.


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