martes, 20 de marzo de 2012

Cap. 28: Foto carnet.


Arrancamos el día por el mismo estilo de ruta que habíamos hecho para llegar a Leh, montañas desoladas y un camino que serpenteaba entre cerro y cerro de un lado para el otro. Como de costumbre cada uno desenrollaba los cables de los auriculares para eyectarse a algún planeta musical cuando de repente alguien dijo: ¨seguimos siendo nueve¨. Todos volteamos y ahí estaba Mica; que claramente debería ir a reclamar la última cuota del colegio porque todavía no sabe contar; recordemos que Cami y Gret habían quedado en Nepal porque Camión ya no tenia su pasaporte consigo y necesitaba uno nuevo.
Mas allá del que los números cerraban peor que en el INDEC, Mica tenía razón. Todos coincidimos que era una impresionante que nueve personas, de las que algunos ni siquiera se conocían, hubieran durado tanto tiempo viajando juntos y sin ningún tipo de altercado. Hablamos del tema por un rato largo y creo que fue en el momento en que todos, menos Gret y Camión que no estaban, nos dimos cuenta de los afortunados que éramos y de lo bien acompañados que estábamos.
Nueve realmente es una multitud, personalmente jamás pensé que fuéramos a durar lo que duramos y estaba convencido que iba a haber una separación al mes de haber empezado el viaje…mas no, simplemente fue cuestión de acostumbrarse y la suerte de que los nueve hubiéramos tenido los mismos objetivos de viaje.
De la charla surgieron varias cosas, la más importante fue un escrito de la misma Mica en el que describía a cada uno de los que viajábamos a su lado, uno de ellos era yo, de una manera diferente:
Silver por Micaela Pérez:
¨Silver, que difícil…creo que ahora empiezo a conocerlo mejor. No se por qué, pero lo primero que se me vino a la cabeza fue Varanasi. Una ciudad única por lo virgen de sus costumbres que se conservan a rajatabla con devoción en cada uno de los hindúes ya sean crueles, impactantes o duras.
En este punto, Silver fiel a su pasión, saca fotos a cada momento; no pinta ni dibuja para hacerlos más agradables o sutiles. Las cosas como son.
Esta característica tan suya alcanza su máxima expresión en su humor ácido que tanto me hace reír. A la vez, sus chistes y ocurrencias tienen algo propio de la ingenuidad y simpleza de la gente de Varanasi que se mueve con esa fe ciega que los iguala a niños. Es mas, Silver tiene salidas o maneras de divertirse que al fusionarse con Mati pareciera que ambos se transportan en el tiempo potenciando el momento y logrando que cualquier persona presente sienta que tiene cinco años de nuevo, divirtiéndose con la espontaneidad e ingenuidad propia de la niñez.
¿Qué mejor manera de vivir?¨.
Habían pasado casi cuatro meses de viaje y me di cuenta que nunca me detuve a pensar que veían los demás en mí; qué pensaba alguien que no me conocía y que de un día para el otro estaba viviendo con migo el calor del desierto, los viajes en colectivo, la caminata en la selva etc. Obviamente Michel se ligó la gastada del milenio por sus comparaciones ¨persona - cuidad ¨, pero en el fondo fue muy interesante que alguien nos contara como se veían las cascaras de los nueve que ahora viajábamos en manda por el mundo.
El camino prometía y verdaderamente cumplió, tuvimos varias horas de viaje por los lugares más recónditos y las vistas más espectaculares de India; dormimos en el camino, esta vez adentro del jeep, en un paso militar que estaba cerrado y poco a poco empezamos a bajar de las montañas para adentrarnos en el mundo real nuevamente.
Yo estaba en estado de semi coma, no podía mantenerme despierto y tampoco podía dormir porque el camino era un catálogo de pozos y zanjas que hacían que pegar el ojo fuera imposible. En uno de mis lapsos de lucidez tuve tiempo de mirar a un costado y de ahí en mas un pude dormir en toda la semana. El precipicio que limitaba la única mano de la ruta llena de camiones por la que nos desplazábamos era mas áspero que enjabonarse con un rayador de queso; cuando me di vuelta para ver la cara de mis compañeros Matanga me dice ¨casi no matamos, vos no te diste cuenta porque estabas dormido. El chofer se está quedando dormido¨.
Mire al conductor para corroborar el dato y claramente el tipo cabeceaba mas que la dupla ¨Schelotto - Palermo¨ que hizo furor en Boca Juniros hace como diez años. Por segunda vez en el viaje tuve miedo, pero miedo en serio; yo iba sentado en al asiento del acompañante del lado del precipicio y en varias oportunidades el espacio entre la rueda del vehículo y el abismo, de fácil doscientos metros verticales, era de veinte escasos centímetros.
Más allá de las características mortales del camino, ¨Luci¨ que así vamos a llamar al conductor (Luci por Lucifer), hacía maniobras alocadas de todo tipo y hasta trataba de pasar camiones en plena curva sin ver que se venía por delante. No tuvimos mas opción que pedirle por favor que bajara los decibeles del paseo porque la gran mayoría de nosotros tenía pensado vivir un par de años más.
Las montañas se fueron alejando y el camino se acercaba cada vez más al fondo del cañadón en el que nos íbamos a matar un par de horas antes; por el medio corría el rio mas potente que vi en mi vida, agua blanca que salpicaba para todos lados y una vez más me volví a decir a mí mismo ¨mira donde estas…lo que es este lugar¨.
Si uno mira un mapa, ese lugar quedaba exactamente del otro lado del globo; no se podía estar más lejos de mi casa, si daba un paso para atrás ya hubiese estado volviendo sobre mis pisadas; si daba uno al frente, hubiera estado dando la vuelta por el otro lado. Ahí estaba yo, lo más lejos de lo mío que se podía en el mundo en un jeep manejado por un suicida somnoliento.
Una vez que salimos de la zona Tibetana en India entramos en la parte que se conoce como ¨Kashmir¨; zona de disputa territorial entre India y Pakistán (si Mama…zona de guerra, perdón) en la que, aún hasta el día de hoy, no existen límites oficiales que indiquen donde termina un país y empieza el otro.
Avanzábamos kilómetro a kilómetro y lo único que veían mis ojos eran armas, armas, armas, armas por todos lados. Cada trecientos metros había una trinchera con cinco soldados de pocas pulgas. Ya nos habían dicho como era la zona; en el camino también había visto pasar por lo menos sesenta camiones militares pero la verdad que la situación me puso un poco tenso.
Yo entiendo que en esta parte del mundo es normal que los reyes magos te dejen una bazooka en los zapatos a cambio de galletas y agua, pero que un tipo que no sabe contar hasta diez sin trabarse dos o tres veces en el proceso te apunte con una AK - 47 mientras pasas con el auto por al lado no es divertido.
Pasamos como dos millones de estos puestos militares llenos de soldados con turbantes y finalmente llegamos a Srinagar, una ciudad a escasos kilómetros de aquel lugar en Pakistán donde EEUU se había ajusticiado a Osama Bi Laden un mes atrás. El pueblo era muy lindo, parecido al Tigre con canales en los que se puede dar un paseo en góndola entre las casa - barco del lugar.
Nos buscamos un hotel - barco cerca del mercado, nos instalamos los nueve en el piso de la pocilga flotante que estaba encallada en una orilla y dispusimos a descansar un par de horas. El barco estaba bastante bien, mas allá del piso; la comida era buena, había varios ventiladores y hasta enchufes para cargar nuestros artefactos. ¨Bastante bien¨ me dije…hasta que entre al baño del recinto.
Para entrar se abría una puerta de cuatro tablas clavadas con una vara atravesada y las facilidades eran las siguientes: obviamente una turca pero que en esta ocasión estaba como elevada del piso y para poder usarla había que subirse a una especie de plataforma inclinada rarísima que hacía que atinarle al agujero fuera imposible. Además había una ventana enorme por la que cualquiera que estuviera a menos de trecientos metros te podía ver el culo y lo más gracioso de todo era que cualquier cosa que pasara por el hueco de la turca iba por un caño directamente al rio.
Conclusión: uno iba al baño, desenfundaba su inocencia en público, dejaba que la gravedad hiciera lo suyo y por último, el control de calidad mientras veía pasar el tereso flotando por la ventana.
Mas allá de que a cada lugar donde fuéramos en India siempre habían treinta y siete millones de simpáticas personas que se quieren sacar fotos con nosotros, en Srinagar la gente claramente no era amigable. Miradas fuertes de los musulmanes y sobretodo en contra de las chicas.
No es que nos trataran mal pero era notable que no éramos de su agrado y con toda la razón; estábamos en una zona militar y netamente musulmana en la que las mujeres no muestran ni las pestañas; no se puede pretender que las chicas se manejaran por la cuidad en musculosa y mini shorts súper cool de Rapsodia sin que a nadie le pareciera una falta de respeto.
Me quede muy impresionado con eso, mujeres tapas con una ¨Burka¨ (una especie de sabana) de la cabeza hasta los pies con una rejilla en la parte de los ojos para que puedan ver y que los de afuera no les puedan las puedan ver a ellas. No hay ni un centímetro, cero, nada, nada de piel a la vista.
Uno puede tener un nombre por el que es conocido y que es parte de su identidad, está en el documento y en la cedula pero, como me paso a mí con el mío que para los locales es impronunciable, cuando uno viaja ese nombre puede dejar de servir como identidad y por lo tanto uno es reconocido por algo que cualquiera puede reconocer por mas analfabeto que sea: la cara.
Cada persona es su cara; supongamos que me pierdo en la selva y al tercer día me encuentro con un indio que habla solo su dialecto, él me lleva a su aldea y me presenta con su jefe (a todo esto yo no entiendo una goma que están diciendo) que decide alimentarme, darme alojamiento y después ayudarme a volver a casa. Mientras tanto la única forma por la que yo voy a ser yo y no otro, es por mi rostro; después ellos le pondrán el nombre que quieran a esa cara; no importa como suene mi nombre original, de qué país sea mi pasaporte, idioma o religión voy a ser ¨Ojo de Águila¨, ¨Garra de Tigre¨ o ¨Cara de nabo¨ no importa, eso puede cambiar pero la cara siempre va a ser la misma y cada uno tiene una única.
Como ya dije eso me impresiono muchísimo, las ¨mujeres sin cara¨. Pensar que no son personas, directamente no son. No tienen identidad, nadie sabe que hay atrás de esa Burka y si una desaparece nadie se da cuenta y a nadie le importa. No tiene poder de decisión sobre sus vidas, que hacer, decir o pensar; es como si un preso tuviera una celda en la que pudiera sacar las patas por dos agujeros y salir a caminar por la calle y sentir la libertad desde adentro de una jaula.
Claramente es su religión y las cosas en esta parte del mundo funcionan de una forma muy diferente a la nuestra, no se puede compartir pero hay que tratar de entenderlo; convengamos que no va a ser fácil y menos mientras en la tele lo único que se puede ver siga siendo la ensalada mediática de culos y tetas que propone ¨Bailando por un sueño¨; pero bueno, cada uno cosecha lo que siembra.
Al igual que en los destinos anteriores el tiempo que teníamos era muy escaso, recorrimos el área cercana a nuestra humilde morada y al día siguiente ya nos estábamos subiendo a un nuevo colectivo rumbo a Jammu.
El viaje fue una tortura como de costumbre pero con el condimento de que los puestos militares nos obligaban parar cada dos minutos, el conductor y un tipo mas hablaban fuerte con los soldados y seguíamos camino hasta que en un momento varios solados cortaron la ruta, hubieron gritos, corridas para todos lados y finalmente resolvimos tomando un desvió por un camino siniestro en el medio de la nada por el que el bus se movía a paso de hombre mientras varios de los pasajeros caminaban adelante del colectivo para ver qué era lo que venía mas adelante. El CAGAZO que teníamos, cada vez que nos frenaban todos nos escondíamos entre los asientos por las dudas que los uniformados nos quisieran bajar del bondi por algún motivo.
Salimos de Kashmir y las cosas volvieron a la normalidad, no mas armas, gritos, corridas ni soldados; la ruta seguía siendo una garlopa pero finalmente llegamos a la estación de colectivos de Jammu donde nos teníamos que tomar otro transporte a Delhi.

Fotos del viaje: http://www.flickr.com/photos/silvestresere/collections/

Camino.

Cruce de cabras.

Srinagar.


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