Salimos en colectivo a Bardia que es donde esta uno de los parques
nacionales más importantes de Nepal. A pesar que las opciones eran varias,
elegimos el ¨Bardia National Park¨ porque según la Lonley Planet el mencionado
lugar ofrecía los mismos atributos que los demás, pero sin la cantidad de gente
que uno puede llegar a encontrar en los otros parques más famosos.
El viaje al que nos enfrentábamos era de unas dieciocho horitas, arrancamos
con el clásico promedio de treinta kilómetros por hora que reina en esta parte
del mundo, fuimos y vinimos de un lado para el otro entre las curvas y
rebotamos un poco como de costumbre.
El paisaje era muy lindo; era el típico camino al borde de un precipicio de
ocho millones de metros del que si te llagas a caer tus viejos van a tener que
ir a buscar tu cadáver al lado del núcleo del planeta Tierra. Mas allá de eso,
miles de hectáreas en la ladera de la montaña hechas terrazas para poder
plantar y la gente cosechando a mano.
Las montañas se fueron poniendo tímidas hasta que prácticamente dejaron de
tener protagonismo en lo que se podía ver por la ventana del bus; las curvas,
que ahora ya no eran tan groseras, permitieron que el chofer apretara el pie
contra el acelerador y el ritmo de viaje subió notablemente.
No existen palabras para poder describir lo que es viajar en colectivo en
Nepal. Cuando uno ve la ruta no parece tan grave, de hecho se puede llegar a
pensar que ¨el asfalto parece bueno y todo¨; los primeros quince minutos son
graciosos, pero después de viajar un par de horas te agarra tal esguince de
culo que queda al descubierto que el asfalto plano era una ilusión óptica de
última tecnología.
Puede sonar extraño, pero me paso varias veces de bajarme del colectivo
esperando ver un campo minado en lugar de una ruta y no, ¨el asfalto parecía
bueno y todo¨. Es algo que hay que vivirlo para poder entender de lo que estoy
hablando; paliza psicológica, se te aflojan los dientes, te caes del asiento
que encima se desarma, no podes escuchar música porque se te caen los auriculares,
te tiembla el cuerpo cual epiléptico, ¿comer o tomar algo? imagínense tratando
de tomar agua con Parkinson: terminas empapado vos y todos los que estén
sentados cinco asientos a la redonda…literalmente un samba parece una suite
presidencial al lado de un bondi en Nepal.
Semejante es la amansadora que te comes en el colectivo que yo creo que si
metes a un asesino serial, cerras la puerta y lo haces andar masomenos cien
kilómetros; cuando volvés a abrir la puerta sale un cura vegetariano y no estoy
exagerando.
Llegamos a Bardia hechos una gelatina, con lo que quedaba de mi mire a mi
alrededor buscando un lugar donde caer muerto y la verdad que me quedé
impresionado con el lugar, todas parcelas de arroz plantadas y aradas a pulmón
con búfalos que hacen el trabajo que haría un tractor en cualquier lugar del
mundo que no sea Bardia.
No puede ver mucho más y por suerte nos agarró un flacucho que andaba por
ahí, arreglamos el precio y nos llevó a su hotel que era como a media hora en
jeep del lugar donde estábamos. Krishna, que así se llamaba el dueño del hotel,
nos dijo que el complejo era bastante nuevo y que lo estaban terminando de
armar pero que de todas maneras tenía dos cuartos para las chicas y dos carpas
para nosotros. Finalmente llegamos, ducha rápida y siesta.
La carpa estaba bien, tenía dos camas y un baño afuera con trono y todo. El
gran problema era que durante el día se convertía en una especie de sauna y
entonces nuestra siesta no fue tan larga como esperábamos.
La idea en Bardia era hacer un safari el cual se podía hacer de dos
maneras: en elefante o a pie por la selva. Obviamente el elefante era mucho más
caro y a pie mucho mas peligroso; la verdad que si era por mi hubiera hecho
ambas opciones pero preferimos pasar el primer día y decidir qué tipo de safari
íbamos a hacer entrada la noche. Para aprovechar la tarde los del hotel nos
ofrecieron ir a un centro de elefantes que había por ahí cerca, donde podíamos
ver los paquidermos que se usan en la excursión, y al río en el que nos metimos
al agua.
Llegamos al centro y automáticamente di de baja la opción de hacer el
safari en elefante. Más allá de que no estuvieran mal cuidados, me dio bronca
como estaban atados los animales a los postes con cadenas y preferí no
colaborar con la causa. Nos acercamos y justo era hora del bocadillo asique les
dimos de comer una especie de caramelos hechos con hojas, que algunos elefantes
pelaban muy astutamente comiéndose solamente las semillas que había adentro
evitando el envoltorio y otros mas brutos, se los morfaban con hoja y todo.
Nos despedimos de Dumbo y sus amigos con un apretón de trompa / mano y
seguimos para el rio, bañada de por medio, volvimos al hotel a comer y decidir
que hacíamos al día siguiente. Como dije antes, la única opción que quedaba era
hacer el safari a pie por la selva entonces arreglamos los tantos con el hotel
y quedamos en hacer la aventura la mañana siguiente.
Esa noche antes de ir a dormir Krishna nos dió la charla informativa para
lo que se nos venía al día siguiente. Yo me imaginaba el clásico: ¨no se pueden
sacar las manos por la ventana, no se puede comer ni beber dentro de las
instalaciones y la empresa no se hace cargo por la pérdida de objetos de
valor¨, pero en realidad nos explicó qué era lo que teníamos que hacer en caso de
que nos encontramos cara a cara con un: tigre, rinoceronte, leopardo, oso o
elefante.
El tipo pretendía (recordemos que íbamos a pie por la selva) que si yo me
encontraba con un tigre me quedara quieto, no le diera la espalda porque el
tigre SIEMPRE ataca por atrás y me fuera tranquilito caminando marcha atrás por
el bosque.
Si había un rinoceronte el dato era que no saben mirar para arriba,
entonces ante el encuentro tenía que correr por mi vida como Forest Gump y
subir a un árbol de más de dos metros de alto y quince centímetros de diámetro;
por suerte algo fácil de calcular en pleno ataque.
Si había un leopardo, lo mismo que si había un tigre, pero que en realidad
era casi imposible ver uno de día porque generalmente rondan de noche cerca de
las casas tratando de comerse alguna cabra…¨o algún pelotudo que este durmiendo
en carpa¨ pensaba yo al mismo tiempo que el tipo hablaba.
Si aparecía un oso, no nos dio indicaciones porque no había chance de que
apareciera un oso (si aparecía el oso estábamos en bolas) y por último, el
elefante salvaje del cual es imposible salvarse porque tira abajo cualquier
árbol fácil al que te puedas subir y corre mas rápido que Usain Bolt asique te
alcanza enseguida. Con suerte corriendo en zigzag y tirando cosas que se parezcan
a un humano para los costados se puede llegar a zafar; el objetivo de esa
maniobra es que el paquidermo, que es de corta vista, se distraiga con el
señuelo mientras uno escapa.
Suponiendo que llegaba a encontrarme cualquiera de los mencionados, había
más chances de que saliera corriendo en pelotas por la selva cantando ¨Hakuna
Matata¨ de que hiciera cualquiera de las cosas que me acaban de indicar.
Nose si Krishna esperaba que yo tuviera un maniquí en mi ¨mochi - carro¨
como para llevarme a upa por la selva y tirárselo al elefante si se llegaba a
retobar, pero el panorama del animal con nariz de corneta era el que más me
preocupaba de todos; tengo que admitir que lo que me dejaba un centavo mas
tranquilo era que los guías que nos llevaban estaban súper entrenados y que
además iban ¨armados¨ por cualquier eventualidad.
A falta de catorce kilos de Ribotril nos fuimos a dormir y nos levantamos a
las seis de la mañana del día siguiente para desayunar y arrancar la aventura.
Krishna nos presentó y asignó, por cada tres de nosotros, a uno de sus guías
súper entrenados. Eran cuatro alfeñiques, especialmente el que me tocaba a mí
que parecía un pibe de trece años, un metro veinte de alto y cuarenta kilos de
peso…mojado. ¨ Menos mal que van armados¨ me dije mientras preparábamos los
últimos detalles imaginándome un tanque de guerra, dos torpedos, gas pimienta,
una AK-47 y un helicóptero de vigilancia para cada grupo.
Paso a describir el armamento: un palo con una bolsita de sal atada en la
punta…fin.
Lo del palo está claro, los pibes recién empezaban y no había un mango para
comprar balas; ahora que alguien me explique ¿para qué goma era la sal?. La
única explicación que le encontraba era que el amable de Krishna le quisiera
mejorar el bocado al tigre si se comía a alguno de nosotros, mas allá de eso ni
idea.
Entramos caminando a la selva hasta un rio que cruzamos en patas con el
agua por las rodillas; con Nico nos miramos en pleno cruce y comentamos que
haría cada uno si tuviera que enfrentarse a un cocodrilo en medio de esa
situación, ¨golpear el agua¨, ¨gritar y correr¨ etc etc. Más no importaba
porque no hay cocodrilos en Nepal.
Llegamos a la orilla opuesta, nos calzamos nuevamente y cada grupo tomo su
propio camino. En el mío iban primero ¨Orejas¨ (que así voy a llamar a nuestro
guía y no voy a explicar porque), lo seguía yo, atrás mío Cami y Gret. Pasamos
por un lugar abierto y de ahí nos internamos en el bosque en donde habían
tantas plantas que no podía ver a más de un metro para ninguno de los dos
costados; seguimos por una picada mientras ¨Orejas¨ hacia marcas con un palo en
el piso y entramos en un pastizal que era ampliamente mas alto que yo. No se
podía ver nada para ningún lado, si llegaba a haber algún animal cerca no
íbamos a verlo hasta que fuera demasiado tarde. Así íbamos regalados en la
selva tupida sin ver nada, por pastizales y a pata; la sensación que tenía era
exactamente la misma que puede tener un canapé que sale en una bandeja a dar
una vuelta por un casamiento.
Paso el tiempo, caminamos como condenados y la verdad que no pasaba nada;
es mas, casi que ya me sentía el típico canapé verde y naranja que siempre
queda en la bandeja porque nadie se anima a comerlo por feo. Vimos un par de
ciervos que andaban por ahí, un mono saltarín y cuando ya estaba por declararme
oficialmente timado escuchamos un gruñido. Yo ni me moleste porque estaba
convencido de que el pibe se había dado cuenta de nuestra cara de culo y había
mandado a alguien con un grabador atrás de un arbusto para meterle emoción al tema;
pero de todas maneras ¨Orejas¨ nos advirtió que no nos moviéramos con una seña.
Nos quedamos quietos unos segundos y el guía con cara de Indiana Jones nos
dice ¨tiger!¨. Yo no le creí una goma; esperamos un poco mas y escuchamos otro
ruido nuevo con el que ¨Orejas¨ volvió a reaccionar pero esta vez sin saber que
decir. De atrás del arbusto que estaba al lado nuestro salieron disparados unos
ciervos que nos hicieron pegar el cagazo de nuestras vidas (yo ya me había
sacado la mitad de la ropa y estaba por empezar a cantar como Timón y Pumba) y
ahí los guías nos ordenaron que nos quedáramos quietos en el lugar mientras
ellos se iban a ver qué era lo que se nos estaba viniendo encima.
A los dos minutos veo que venían ¨Orejas¨ y el guía de los chicos (Nico, Mica y Na con quienes nos habíamos encontrado minutos antes y ahora caminaban con
nosotros) y me dicen ¨suban a un árbol!¨, yo fiche el primer árbol de por ahí
cerca y, como buen caballero, empecé a hacerle piecito a las chicas para que
suban; cuando me fui a subir yo no quedaba mas lugar.
¨Orejas¨, ya subido a otro árbol, me hacía señas que me subiera urgente a
algún lado asique salí cagando y me subí a un arbolito que había por ahí cerca.
Me quede callado como me indico el guía y espere mientras me sacaba la remera y
la escurría por el chivo…para mi sorpresa a los treinta segundos de que me
había vuelto a poner la remera apareció de entre las plantas una rinoceronta, a
quien vamos a llamar ¨Rumilda¨, con un rinocerontin que la seguía de cerca y no
les explico el malhumor que tenía.
Se ve que el pequeño crio era un jovencito promedio y se había llevado
quince materias a diciembre o algo por el estilo porque pobre ¨Rumilda¨ estaba
ofuscadísima con todo lo que se le pusiera enfrente; revolvía las plantas abajo
de nuestros arboles mientras resoplaba, iba para un lado al trote y volvía para
el otro. Yo arriba del arbolito miraba atónito lo que estaba pasando abajo mío
mientras ¨Orejas¨ me hacía señas desorbitado para que subiera más alto; todos
nos quedamos helados y después de unos minutos ¨Rumi¨ enfilo para otro lado y
desapareció chocando cosas en la profundidad del bosque.
Esperamos como cuarenta minutos, los guías bajaron primero y se cercioraron
de que no hubiera peligro cerca y luego bajamos los demás; ¨Orejas¨ nos
felicitó a todos y continuamos la caminata hasta la orilla de rio donde vimos
una cueva en la que dormía una Pitón enorme, tenía fácil seis metros de largo y
el diámetro de una pelota de futbol cinco.
Así terminamos la tumultuosa mañana, almorzamos todos juntos en un lugar
tranquilo y nos quedamos sentados esperando que los animales bajaran a tomar
agua al rio. Poco a poco aparecieron mas rinocerontes y algunos ciervos que se
bañaban en el río para refrescarse del calor insoportable que hacía y después
de un rato de mirar en silencio nos levantamos y seguimos camino.
La tarde fue tranquila; vimos otra vez a ¨Rumilda¨, que esta vez estaba
mucho más tranquila y desde un mirador elevado, otros rinocerontes nuevos y a
los guarda parques que recorrían el lugar en los elefantes que habíamos ido a
visitar el día anterior al refugio.
Finalmente volvimos todos juntos a cruzar uno por uno, con al agua por las
rodillas y en patas pinchándonos los pies con las piedras, el mismo rio que
habíamos cruzado esa mañana con Nico en que habíamos concluido que NO habían
cocodrilos. ¿A que no saben que había en la orilla a la que teníamos que
llegar?.
Opciones:
a) Una monja disfrazada de Teletubbie violeta.
b) Un astronauta tomando sol en zunga con el casco puesto.
c) Un cocodrilo.
Menos mal que estaba dormido o sin hambre porque si el tipo se llegaba a
encabronar y se metía al agua con nosotros nueve, en pleno cruce y en patas,
hubiera sido una catástrofe. Claramente cuando digo ¨el tipo¨ no me refiero al
astronauta tomando sol en zunga.
Finalmente salimos del parque y volvimos a paso tranquilo hasta el hotel,
llegamos y me eché en la cama para recapitular los sucesos por los que había
pasado. No hace falta decir que nunca me hubiese imaginado a mí mismo en las
situaciones que describí anteriormente (nótese que la mina que me vendió el
¨Assist Card¨ tampoco se la imaginaba porque si se llega a enterar lo que me
paso ese día se corta una teta) pero estando en Nepal no hace falta hacer mucho
como para quedar mano a mano con un rinoceronte rabioso o cruzar un rio con un
cocodrilo.
Culminamos el safari sanos, salvos y satisfechos de aventura asique nos
preparamos para continuar viaje y volver nuevamente a India para recorrer el
noroeste de aquel país.
¨¿Y para que goma la bolsita de sal?¨se preguntaran ustedes todavía.
Parecerá una boludez pero la bolsita de sal tenía una función muy útil la cual
era espantar las sanguijuelas que se te prenden por todos lados cada dos
minutos mientras caminas por la selva. A mi creo que no se me pego ninguna, a
Gret una sola que ni se dió cuenta y a Cami, que se ve que era la mas
apetitosa, casi me la desangran los gusanos.
Que me sigan los que puedan…or not.
Mas allá del safari, y todo lo que trajo consigo, Bardia es un espectáculo.
La pureza, la gente, las cosechas y la forma de vida del lugar hacen que uno
sienta que esta cien años en el pasado.
Creo que mi perro vive en una cucha que es más grande que cualquiera de las
casas de paja y ramas que uno ve al lado del camino en Bardia. El pueblo está
rodeado por un alambre que en época de cosecha se electrifica para que los
elefantes no se coman el arroz ni el maíz que la gente cultiva con tanto
esfuerzo; el agua sale de una bomba manual que se comparte entre varias casas;
la luz…no hay luz y el ruido que hacen los sapos a la noche parece una orquesta
en cualquiera de los mejores teatros del mundo.
No existen los lujos, no existe internet, ni Kristina, ni que River se fue
a la B, ni nada del mundo que nosotros conocemos. Ahí es el día a día, se
cultiva porque sino se muere de hambre y si aparece el elefante no queda otra
que darle pelea a palo y piedrazo; no hay vacaciones, la gente es su trabajo,
sus cabras y sus herramientas. ¨Qué poco evolucionados¨ podría pensar uno que lo
tiene todo, pero en ese recóndito pedazo de planeta tierra hay algo que no se
encuentra fácilmente en ninguna de las ciudades mas planificadas; la gente vive
en paz, todos colaboran y se ayudan unos a otros con un mismo objetivo: el bien
de todos.
Fue cuando llegamos a Bardia que Cami se dió cuenta que ya no tenía mas
consigo la pequeña bolsa que alojaba sus tarjetas de crédito, pasaporte, plata
y documentos. Por más esfuerzos que hizo el pobre Krishna por recuperarlos;
avisos en la radio, llamados telefónicos, policía, denuncia etc; no hubo caso y
por lo tanto Camión estaba oficialmente varada en un lugar que ni aparece en
los mapas.
El gran problema es que en Nepal no hay embajada de nuestro país, parece
ser que la embajada que responde a todos los países de la zona queda en Delhi,
India (si si, una para varios países y queda en India) a la que es imposible
llegar legalmente si uno no está en aquel país.
La única opción era que Cami, acompañada por Greta que se ofreció
voluntariamente, volviera a Katmandú a ver que podía solucionar desde ahí
mientras nosotros seguíamos viaje al norte de India. Y así fue, nosotros
seguimos para un lado a India y las chicas partieron para el otro en busca de
una solución burocrática en la capital de Nepal.
Proximo destino, Rishikesh India. |
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