Salir de India es
raro; sobre todo en un asiento cómodo,
espacioso y que encima vuela. Prácticamente el avión era un lujo, había
asientos con tapizados, almohaditas, mantas, TV, atención personalizada y la
clásica bandejita con comida típica de avión: cubiertos de plástico, un cosito
de manteca, pan seco, una hoja de lechuga con una aceituna negra encima, dos
galletitas y algo dulce que nunca se sabe bien de que se trata. Tal vez no
parezca nada fuera de lo normal pero después de haber viajado como venía
viajando me sentía Bill Gates yendo a la oficina un lunes a la mañana.
El vuelo fue normal y
al paso de un buen par de horas llegamos a China, creo que en mi puta vida me
imagine en China y ahora estaba pisando Beijing sin casi haberlo planeado
(encima me había afanado la almohadita del avión). Nos tomamos un taxi que nos
dejó a un par de cuadras del que un rato después iba a ser nuestro hogar por
los próximos días, organizamos todo en la recepción y pasamos a descubrir los
cuartos que nos tocaban.
Al principio no
entendía una goma, habían 4 camas y éramos cuatro personas. Volví a repasar en
mi cabeza todo lo que me había enseñado ¨María Marta¨, mi profesora de primer
grado, y conté de nuevo: primero el 1, después sigue el 2, 3, y el 4. Claramente habían cuatro camas en el
cuarto y seguíamos siendo cuatro personas
(había un chino al que le tocaba compartir cuarto con nosotros). ¨Bueno, en cualquier momento caen cuatro
pibes más y listo¨ me dije desconcertado; no podía entender que hubiera una
cama por cabeza y no tuviéramos que dormir de a tres en una como veníamos haciendo.
Me senté a esperar que
pasara algo fuera de lo común porque todo era demasiado normal; visualicé todos
los rincones del recinto buscando algún tipo residuo, pelusa, escombro o
animalejo roñoso sin éxito alguno. ¿Manchas en las paredes, vidrios rotos o
humedad en el techo?…tampoco. ¨¿Qué carajo le pasa a esta gente?¨ me pregunte
ofuscado mientras buscaba cualquier tipo de defecto desesperadamente para no
sentirme esquizofrénico.
Pasaron cinco minutos
en los que reinó el silencio hasta que de repente se escuchó un tímido ¨me
parece que es una cama para cada uno¨
desde arriba de una de las cuchetas. ¨Mantengamos la calma y que nadie
haga ningún movimiento brusco…¨ contesté como si nos estuviera por atacar un
oso violento, ¨…dejemos todas nuestras cosas y salgamos por la puerta uno por
uno¨.
No me quiero imaginar
qué habrá pensado el pobre chino, a quien vamos a llamar ¨Akira¨, frente a
semejante comportamiento desequilibrado de nuestra parte; el tipo estaba leyendo
tranquilo y en eso entraron tres pibes hablando en un idioma inédito (eso es
raro), pero de ahí siguieron cinco minutos de silencio en los que uno buscaba minuciosamente
manchas en las paredes, otro basura por los rincones y el tercero se olía una
por una todas las almohadas del cuarto (ok, eso es muy raro) y por último
terminan saliendo del lugar uno por uno en estado de shock (si existe alguna
palabra para describir algo que sea más que ¨muy raro¨ va en este paréntesis).
El pobre tipo debe
haber tenido que hipotecar la casa para poder pagarse las horas de terapia que
le debe haber costado recuperarse de nuestra primera imagen porque a los dos
días de haber estado en el hostel el desdichado Akira desapareció abandonando
sus pertenencias en el cuarto y nunca más lo vimos.
En cuanto al resto de
los veinticinco mil millones de chinos que no desaparecieron aquel día nos
sorprendió que fueran más altos de los que imaginábamos, lo ostentoso de sus
automóviles y la prolijidad, amplitud y limpieza de la cuidad de Beijing en
general. Las líneas de subte funcionan
de manera impecable, de hecho era nuestro principal medio de transporte en
cualquier dirección en la que nos moviéramos y muy fácil de usar.
Fueron días
tranquilos, hicimos varias horas de turismo pasivo en las que visitamos varios
edificios muy impresionantes como el de CCTV que todavía no entiendo como
recórcholis no se viene abajo, la ¨Ciudad perdida¨ que estaba llena de gente
por todos lados, el ¨798¨ que es un lugar súper cool con arte moderno y
esculturas raras, varias calles muy simpáticas, una estatua de un toro tirándose
un pedo supersonico etc.
También fuimos a la
Muralla China que es muy cerca de la cuidad, realmente es increíble el tamaño y
la cantidad de kilómetros que recorre y por más lejos que uno mire se ve como
la pared de piedras sube y baja por las montañas como si fuera un gusano
gigante. Todo muy bonito pero la cantidad de chinos que había en la muralla y
la ciudad perdida era una cosa impresionante; la sensación de estar adentro de
un hormiguero es increíble pero realmente te agota.
Visitamos la villa
olímpica que se construyó para los últimos juegos y la verdad que es
impresionante el espacio y la planificación con la que se hizo semejante obra y
lo que es muy divertido son los toboganes de agua que hay adentro del cubo
donde están las piletas olímpicas y que después de las seis de la tarde todos
los chinos se juntan a bailar en la calle tipo coreografía.
Más allá de eso no
hicimos ninguna actividad que implicara ningún tipo de riesgo, comimos carne de
procedencia muy dudosa y narices de
chancho en un restaurante cerca del hotel, fuimos a un mercado tecnológico de
cinco pisos en el que venden todo tipo de aparato tecnológico trucho (ipods,
iphones de todo) y no mucho más.
La verdad que China me
sorprendió, hasta a ese entonces había sido mucho más de lo que me esperaba,
sobre todo una de las jugueterías que había cerca del hotel que era una cosa
espectacular; también me llamó la atención que los primeros tres días pensé que
en aquel país no había agua caliente…hasta que me di cuenta que las canillas en
China están al revés que en el resto del mundo y las celebraciones de los 90
años del comunismo que fueron justo cuando estábamos ahi.
Estuvimos como una semana en Beijing en la que mi estómago no soporto la
vida del primer mundo y me agarre una cagadera madre, lo que no me impidió
comer todos los días en el Mc Donalds que estaba lo suficientemente cerca como
para que me bajar un combo rápido y llegara de una corrida al baño del hostel;
sacamos la visa para Vietnam y decidimos seguir camino en tren hacia el sur
pasando por algunas ciudades antes de llegar a la frontera.
Golden lock pass. |
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