jueves, 29 de marzo de 2012

Cap. 32: Chin chin.


Salir de India es raro; sobre todo en un asiento  cómodo, espacioso y que encima vuela. Prácticamente el avión era un lujo, había asientos con tapizados, almohaditas, mantas, TV, atención personalizada y la clásica bandejita con comida típica de avión: cubiertos de plástico, un cosito de manteca, pan seco, una hoja de lechuga con una aceituna negra encima, dos galletitas y algo dulce que nunca se sabe bien de que se trata. Tal vez no parezca nada fuera de lo normal pero después de haber viajado como venía viajando me sentía Bill Gates yendo a la oficina un lunes a la mañana.
El vuelo fue normal y al paso de un buen par de horas llegamos a China, creo que en mi puta vida me imagine en China y ahora estaba pisando Beijing sin casi haberlo planeado (encima me había afanado la almohadita del avión). Nos tomamos un taxi que nos dejó a un par de cuadras del que un rato después iba a ser nuestro hogar por los próximos días, organizamos todo en la recepción y pasamos a descubrir los cuartos que nos tocaban.
Al principio no entendía una goma, habían 4 camas y éramos cuatro personas. Volví a repasar en mi cabeza todo lo que me había enseñado ¨María Marta¨, mi profesora de primer grado, y conté de nuevo: primero el 1, después sigue el 2, 3, y el  4. Claramente habían cuatro camas en el cuarto y seguíamos siendo cuatro personas  (había un chino al que le tocaba compartir cuarto con nosotros).  ¨Bueno, en cualquier momento caen cuatro pibes más y listo¨ me dije desconcertado; no podía entender que hubiera una cama por cabeza y no tuviéramos que dormir de a tres en una como veníamos haciendo.
Me senté a esperar que pasara algo fuera de lo común porque todo era demasiado normal; visualicé todos los rincones del recinto buscando algún tipo residuo, pelusa, escombro o animalejo roñoso sin éxito alguno. ¿Manchas en las paredes, vidrios rotos o humedad en el techo?…tampoco. ¨¿Qué carajo le pasa a esta gente?¨ me pregunte ofuscado mientras buscaba cualquier tipo de defecto desesperadamente para no sentirme esquizofrénico.
Pasaron cinco minutos en los que reinó el silencio hasta que de repente se escuchó un tímido ¨me parece que es una cama para cada uno¨  desde arriba de una de las cuchetas. ¨Mantengamos la calma y que nadie haga ningún movimiento brusco…¨ contesté como si nos estuviera por atacar un oso violento, ¨…dejemos todas nuestras cosas y salgamos por la puerta uno por uno¨.
No me quiero imaginar qué habrá pensado el pobre chino, a quien vamos a llamar ¨Akira¨, frente a semejante comportamiento desequilibrado de nuestra parte; el tipo estaba leyendo tranquilo y en eso entraron tres pibes hablando en un idioma inédito (eso es raro), pero de ahí siguieron cinco minutos de silencio en los que uno buscaba minuciosamente manchas en las paredes, otro basura por los rincones y el tercero se olía una por una todas las almohadas del cuarto (ok, eso es muy raro) y por último terminan saliendo del lugar uno por uno en estado de shock (si existe alguna palabra para describir algo que sea más que ¨muy raro¨ va en este paréntesis).
El pobre tipo debe haber tenido que hipotecar la casa para poder pagarse las horas de terapia que le debe haber costado recuperarse de nuestra primera imagen porque a los dos días de haber estado en el hostel el desdichado Akira desapareció abandonando sus pertenencias en el cuarto y nunca más lo vimos.
En cuanto al resto de los veinticinco mil millones de chinos que no desaparecieron aquel día nos sorprendió que fueran más altos de los que imaginábamos, lo ostentoso de sus automóviles y la prolijidad, amplitud y limpieza de la cuidad de Beijing en general.  Las líneas de subte funcionan de manera impecable, de hecho era nuestro principal medio de transporte en cualquier dirección en la que nos moviéramos y muy fácil de usar.
Fueron días tranquilos, hicimos varias horas de turismo pasivo en las que visitamos varios edificios muy impresionantes como el de CCTV que todavía no entiendo como recórcholis no se viene abajo, la ¨Ciudad perdida¨ que estaba llena de gente por todos lados, el ¨798¨ que es un lugar súper cool con arte moderno y esculturas raras, varias calles muy simpáticas, una estatua de un toro tirándose un pedo supersonico etc.
También fuimos a la Muralla China que es muy cerca de la cuidad, realmente es increíble el tamaño y la cantidad de kilómetros que recorre y por más lejos que uno mire se ve como la pared de piedras sube y baja por las montañas como si fuera un gusano gigante. Todo muy bonito pero la cantidad de chinos que había en la muralla y la ciudad perdida era una cosa impresionante; la sensación de estar adentro de un hormiguero es increíble pero realmente te agota.
Visitamos la villa olímpica que se construyó para los últimos juegos y la verdad que es impresionante el espacio y la planificación con la que se hizo semejante obra y lo que es muy divertido son los toboganes de agua que hay adentro del cubo donde están las piletas olímpicas y que después de las seis de la tarde todos los chinos se juntan a bailar en la calle tipo coreografía.
Más allá de eso no hicimos ninguna actividad que implicara ningún tipo de riesgo, comimos carne de procedencia muy dudosa y  narices de chancho en un restaurante cerca del hotel, fuimos a un mercado tecnológico de cinco pisos en el que venden todo tipo de aparato tecnológico trucho (ipods, iphones de todo) y no mucho más.
La verdad que China me sorprendió, hasta a ese entonces había sido mucho más de lo que me esperaba, sobre todo una de las jugueterías que había cerca del hotel que era una cosa espectacular; también me llamó la atención que los primeros tres días pensé que en aquel país no había agua caliente…hasta que me di cuenta que las canillas en China están al revés que en el resto del mundo y las celebraciones de los 90 años del comunismo que fueron justo cuando estábamos ahi.
Estuvimos como una semana en Beijing en la que mi estómago no soporto la vida del primer mundo y me agarre una cagadera madre, lo que no me impidió comer todos los días en el Mc Donalds que estaba lo suficientemente cerca como para que me bajar un combo rápido y llegara de una corrida al baño del hostel; sacamos la visa para Vietnam y decidimos seguir camino en tren hacia el sur pasando por algunas ciudades antes de llegar a la frontera.

Golden lock pass.


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