miércoles, 7 de marzo de 2012

Cap. 21: Como en casa.


Conseguimos un hotel bastante mejor que el que nos habíamos quedado antes en Katmandú, este tenía baño para nosotros solos y estaba mas cerca del ¨square¨ que es donde está la plaza y los puestitos.
Averiguamos preguntando a la gente en la calle si no habían visto a un grupo de cuatro chicas argentinas y donde se estaban quedando y nos dijeron que se habían ido hacia como diez días a meditar a algún lugar y que en teoría debían volver al día siguiente.
Pasamos el respectivo día descansando y a la mañana siguiente salimos de búsqueda nuevamente por la calle. A la primera que vimos fue a Mica que estaba sola en la calle sentada en un escalón mirando a la nada; ¨Mica!¨ le gritamos y nos acercamos todos sonrientes. No sé por qué pero cuando nos vio su cara se puso como si hubiera visto a Leo Di Caprio en bolas, ¨Ay chicos que bueno verlos, están re flacos, no saben lo que fue…las chicas están en el cyber¨ nos dijo tartamudeando.
Ahí nos enteramos, media horas después de que las cuatro se recuperaran del tartamudeo y los temblores, que las chicas habían ido a un retiro de meditación que duraba diez días en los que no podías hablar con nadie ni una sola vez, comer una sola comida en veinticuatro horas y además tenías que meditar como ocho horas por día arrancando a las cuatro de la mañana. Yo creo que además las fajaban o algo así ahí adentro porque estaban muy raras todas.
Después de quince días nos volvimos a juntar todos otra vez y ahí me di cuenta que éramos un grupo enorme, ya me había acostumbrado a ser cinco personas y volver a ser nueve por algún lado no me cerraba.
Nos organizamos en el hotel y arrancamos a recorrer Katmandú, fuimos a Patan que es un barrio lleno de templos impresionantes y al ¨Templo de los monos¨ en el que hay una muy buena vista de toda la cuidad y también monos que te afanan cuchillo en mano.
Todos estábamos muy cansados, nuestros días de caminata y los de meditación de las chicas se cobraron horas de siesta; por suerte el hotel era bueno y teníamos baño propio, si si baño para nosotros solos y no compartido con diecinueve mil indios, lo único era que el toilette estaba afuera del cuatro y había que cerrarlo con llave para que nadie se nos meta adentro. Claramente nos daba fiaca abrir y cerrar con llave antes y después de cada deposición asique lo dejamos abierto. Deben haber pasado cuarenta segundos que ya nos habían afanado el jabón, el shampoo, se había bañado todo el hotel y estaban levantando una colonia de vacaciones adentro de nuestro watercloss privado.
Obviamente cambiamos la estrategia y solo dejábamos las instalaciones abiertas cuando nosotros estábamos en el cuarto, que era al lado, y podíamos chequear los movimientos de cerca. Un día salgo de nuestras cuatro paredes y cuando paso por el baño veo el piso del pasillo mojado por agua que salía por debajo de la puerta; me acerque sigiloso como una gacela, apoye mi oreja contra la puerta y oí como corría el agua de la ducha. Inmediatamente le pedí identificación y pasaporte con vos de mandatario a quien se encontrara dentro pero no hubo respuesta. Consulte con Nico y Matanga y resolvimos abrir la puerta y reprimir a quien fuera necesario, por mas que estuviera como dios lo trajo al mundo, sin excepciones. Fui nuevamente, golpee la puerta y advertí: ¨Estas rodeado, entregate por tus propios medios o vamos a entrar.¨ No hubo respuesta. Baje el picaporte y entré esperando ver a un indio en canicas pero no tuve tiempo de ver nada porque apenas abrí la puerta salió una especia de tsunami que inundo todo el pasillo y se fue cual rio desbordado por las escaleras para abajo.
El problema fue que había algún espíritu terrorista en el hotel, o que la canilla del baño andaba como la mona, entonces el agua quedo corriendo horas con la puerta cerrada. Al principio salía por abajo, que fue el agua que yo vi antes del operativo, pero al rato la abertura no fue suficiente y el baño estaba bajo veinticinco centímetros de agua. Cuando abrí y vi lo que se estaba desatando me hice el boludo olímpico y me volví para el cuarto como si nada esperando ilusamente que nadie notara lo sucedido.
La cosa estaba tan complicada que nuestro cuarto estaba en el tercer piso y el agua llego hasta los pies del dueño del hotel en la planta baja. Ante la situación de catástrofe, y viendo que su negocio se hundía como un barco de papel, el tipo agarro el escurridor y empezó a subir a paso veloz preguntando qué pasaba; yo no sabía qué carajo decirle pero por las dudas le avise que si no sabía nadar crol que ni subiera porque se ahogaba seguro.
La situación del tipo y su familia luchando a escurridor para que la ola no se metiera en los cuartos con alfombra era digna de cualquier película de Hollywood; increíblemente dieron vuelta el partido y lograron sacar el agua del hotel sin que nadie muriera en el intento. Lo mejor de todo es que el tipo ni se enojó, es mas, nos dijo que la canilla era malísima dio una explicación de como cerrarla de manera correcta, un fenómeno.
Tras el pequeño desliz retomamos nuestro plan de salir a comer afuera por el cumpleaños de Greta; en el aeropuerto de Luckla un canadiense muy buena onda que había viajado mucho por Argentina nos había recomendado un lugar bastante paquete, en el que según él, íbamos a comer el mejor bife de todo Nepal y hasta se atrevió a comprarlo con los mejores cortes de nuestro país.
De Base Camp yo había vuelto un agujerito de cinturón mas apretado y casi diez kilos debajo de mi peso normal y estaba mas hambriento que el ¨Chavo del 8¨ y lo que el tipo nos comentó aquella vez fue como una orquesta para mis oídos…y ni les cuento para los de Greta, que como si fuera un GPS anoto la dirección exacta del lugar y llamo a su casa para avisar que se iba a cobrar su regalo en el Everest Steak House.
No me importaba si tenía que vender un riñón en el mercado negro, mientras Gret hablaba a su casa yo ya estaba convencido que iba a comer bife hasta que se me diera vuelta el estómago. Por suerte Don Julio se puso la diez y nos invitó a comer a los nueve asique me puse la remera con menos manchas que tenía, mi bermuda de gala desteñida por el sol, las ojotas que ya no sabía ni de qué color eran y salimos todos atrás de Greta que marcaba el paso como un sabueso entrenado.
Si Nicole Newman tuviera que ser un bife, seria el del Everest Staek House. Más allá de mi pinta de refugiado somalí comí como si fuera el príncipe de Gales un bife con jengibre y ajo (no me la tome ni un poco en joda) acompañado con verduras de primera clase. Sebastián, que así se llamaba el tipo que nos había recomendado el lugar, había dado en la tecla de nuestro piano culinario haciéndonos sentir como en casa.
Hacía tanto tiempo que nadie comía carne que al día siguiente no nos pudimos mover en todo el día, salimos a dar una vuelta en la que nos agarró una lluvia torrencial que inundo las calles y saco a las ratas ensopadas de las alcantarillas y nos volvimos al hotel.
Ya habíamos planeado nuestra salida de Katmandú rumbo a Pokhara y finalmente cuando termine de cerrar mi mochila me di cuenta que había olvidado de poner una de las remeras truchas que me había comprado para el trek; claramente no la iba a abandonar por el valor sentimental que la prenda merecía y ofuscado por mi distracción la hice un bollo y la tire con la idea que cayera en la cama para después guardarla…en mitad del recorrido la remera se engancho en el ventilador que la saco como un misil volado por la ventana. Me asome sorprendido para comprobar lo que acababa de pasar porque no podía creer pero la remera ya no estaba.
Conclusión: una remera sentimentalmente valiosa menos.



Proximo destino Pokhara.

1 comentario:

  1. me acorde lo de la remera volando por la ventana y hace media hora que no puedo parar de reirme. jaaaaaaa

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