Conseguimos un hotel bastante mejor que el que nos habíamos quedado antes
en Katmandú, este tenía baño para nosotros solos y estaba mas cerca del
¨square¨ que es donde está la plaza y los puestitos.
Averiguamos preguntando a la gente en la calle si no habían visto a un
grupo de cuatro chicas argentinas y donde se estaban quedando y nos dijeron que
se habían ido hacia como diez días a meditar a algún lugar y que en teoría
debían volver al día siguiente.
Pasamos el respectivo día descansando y a la mañana siguiente salimos de
búsqueda nuevamente por la calle. A la primera que vimos fue a Mica que estaba
sola en la calle sentada en un escalón mirando a la nada; ¨Mica!¨ le gritamos y
nos acercamos todos sonrientes. No sé por qué pero cuando nos vio su cara se puso
como si hubiera visto a Leo Di Caprio en bolas, ¨Ay chicos que bueno verlos,
están re flacos, no saben lo que fue…las chicas están en el cyber¨ nos dijo
tartamudeando.
Ahí nos enteramos, media horas después de que las cuatro se recuperaran del
tartamudeo y los temblores, que las chicas habían ido a un retiro de meditación
que duraba diez días en los que no podías hablar con nadie ni una sola vez,
comer una sola comida en veinticuatro horas y además tenías que meditar como
ocho horas por día arrancando a las cuatro de la mañana. Yo creo que además las
fajaban o algo así ahí adentro porque estaban muy raras todas.
Después de quince días nos volvimos a juntar todos otra vez y ahí me di
cuenta que éramos un grupo enorme, ya me había acostumbrado a ser cinco personas
y volver a ser nueve por algún lado no me cerraba.
Nos organizamos en el hotel y arrancamos a recorrer Katmandú, fuimos a
Patan que es un barrio lleno de templos impresionantes y al ¨Templo de los
monos¨ en el que hay una muy buena vista de toda la cuidad y también monos que
te afanan cuchillo en mano.
Todos estábamos muy cansados, nuestros días de caminata y los de meditación
de las chicas se cobraron horas de siesta; por suerte el hotel era bueno y
teníamos baño propio, si si baño para nosotros solos y no compartido con
diecinueve mil indios, lo único era que el toilette estaba afuera del cuatro y
había que cerrarlo con llave para que nadie se nos meta adentro. Claramente nos
daba fiaca abrir y cerrar con llave antes y después de cada deposición asique
lo dejamos abierto. Deben haber pasado cuarenta segundos que ya nos habían
afanado el jabón, el shampoo, se había bañado todo el hotel y estaban
levantando una colonia de vacaciones adentro de nuestro watercloss privado.
Obviamente cambiamos la estrategia y solo dejábamos las instalaciones
abiertas cuando nosotros estábamos en el cuarto, que era al lado, y podíamos
chequear los movimientos de cerca. Un día salgo de nuestras cuatro paredes y
cuando paso por el baño veo el piso del pasillo mojado por agua que salía por
debajo de la puerta; me acerque sigiloso como una gacela, apoye mi oreja contra
la puerta y oí como corría el agua de la ducha. Inmediatamente le pedí
identificación y pasaporte con vos de mandatario a quien se encontrara dentro
pero no hubo respuesta. Consulte con Nico y Matanga y resolvimos abrir la
puerta y reprimir a quien fuera necesario, por mas que estuviera como dios lo
trajo al mundo, sin excepciones. Fui nuevamente, golpee la puerta y advertí:
¨Estas rodeado, entregate por tus propios medios o vamos a entrar.¨ No hubo
respuesta. Baje el picaporte y entré esperando ver a un indio en canicas pero
no tuve tiempo de ver nada porque apenas abrí la puerta salió una especia de
tsunami que inundo todo el pasillo y se fue cual rio desbordado por las
escaleras para abajo.
El problema fue que había algún espíritu terrorista en el hotel, o que la
canilla del baño andaba como la mona, entonces el agua quedo corriendo horas
con la puerta cerrada. Al principio salía por abajo, que fue el agua que yo vi
antes del operativo, pero al rato la abertura no fue suficiente y el baño
estaba bajo veinticinco centímetros de agua. Cuando abrí y vi lo que se estaba
desatando me hice el boludo olímpico y me volví para el cuarto como si nada
esperando ilusamente que nadie notara lo sucedido.
La cosa estaba tan complicada que nuestro cuarto estaba en el tercer piso y
el agua llego hasta los pies del dueño del hotel en la planta baja. Ante la
situación de catástrofe, y viendo que su negocio se hundía como un barco de
papel, el tipo agarro el escurridor y empezó a subir a paso veloz preguntando
qué pasaba; yo no sabía qué carajo decirle pero por las dudas le avise que si
no sabía nadar crol que ni subiera porque se ahogaba seguro.
La situación del tipo y su familia luchando a escurridor para que la ola no
se metiera en los cuartos con alfombra era digna de cualquier película de
Hollywood; increíblemente dieron vuelta el partido y lograron sacar el agua del
hotel sin que nadie muriera en el intento. Lo mejor de todo es que el tipo ni
se enojó, es mas, nos dijo que la canilla era malísima dio una explicación de
como cerrarla de manera correcta, un fenómeno.
Tras el pequeño desliz retomamos nuestro plan de salir a comer afuera por
el cumpleaños de Greta; en el aeropuerto de Luckla un canadiense muy buena onda
que había viajado mucho por Argentina nos había recomendado un lugar bastante
paquete, en el que según él, íbamos a comer el mejor bife de todo Nepal y hasta
se atrevió a comprarlo con los mejores cortes de nuestro país.
De Base Camp yo había vuelto un agujerito de cinturón mas apretado y casi
diez kilos debajo de mi peso normal y estaba mas hambriento que el ¨Chavo del
8¨ y lo que el tipo nos comentó aquella vez fue como una orquesta para mis
oídos…y ni les cuento para los de Greta, que como si fuera un GPS anoto la
dirección exacta del lugar y llamo a su casa para avisar que se iba a cobrar su
regalo en el Everest Steak House.
No me importaba si tenía que vender un riñón en el mercado negro, mientras
Gret hablaba a su casa yo ya estaba convencido que iba a comer bife hasta que
se me diera vuelta el estómago. Por suerte Don Julio se puso la diez y nos
invitó a comer a los nueve asique me puse la remera con menos manchas que
tenía, mi bermuda de gala desteñida por el sol, las ojotas que ya no sabía ni
de qué color eran y salimos todos atrás de Greta que marcaba el paso como un
sabueso entrenado.
Si Nicole Newman tuviera que ser un bife, seria el del Everest Staek House.
Más allá de mi pinta de refugiado somalí comí como si fuera el príncipe de
Gales un bife con jengibre y ajo (no me la tome ni un poco en joda) acompañado
con verduras de primera clase. Sebastián, que así se llamaba el tipo que nos
había recomendado el lugar, había dado en la tecla de nuestro piano culinario
haciéndonos sentir como en casa.
Hacía tanto tiempo que nadie comía carne que al día siguiente no nos
pudimos mover en todo el día, salimos a dar una vuelta en la que nos agarró una
lluvia torrencial que inundo las calles y saco a las ratas ensopadas de las
alcantarillas y nos volvimos al hotel.
Ya habíamos planeado nuestra salida de Katmandú rumbo a Pokhara y
finalmente cuando termine de cerrar mi mochila me di cuenta que había olvidado
de poner una de las remeras truchas que me había comprado para el trek;
claramente no la iba a abandonar por el valor sentimental que la prenda merecía
y ofuscado por mi distracción la hice un bollo y la tire con la idea que cayera
en la cama para después guardarla…en mitad del recorrido la remera se engancho
en el ventilador que la saco como un misil volado por la ventana. Me asome
sorprendido para comprobar lo que acababa de pasar porque no podía creer pero
la remera ya no estaba.
Conclusión: una remera sentimentalmente valiosa menos.
Proximo destino Pokhara. |
me acorde lo de la remera volando por la ventana y hace media hora que no puedo parar de reirme. jaaaaaaa
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